"El Papa es un ciudadano del mundo, un trotamundos que reunirá ambos hemisferios" Papa Prevost, del Norte al Sur: Perspectivas preformativas sobre el agustinismo global en pro de la paz

"En la misa inaugural se ha subrayado la globalidad de esa mirada, ya que en un mundo mucho más globalizado y complicado le corresponde al Sucesor de Pedro la tarea de ser puente (pontifex), de ser mediador sobre todo por la paz"
"Más que norteamericano o del norte que ha optado por el sur al hacerse ciudadano peruano, el Papa es un ciudadano del mundo, un trotamundos que reunirá ambos hemisferios"
"No cabe duda de la presencia de la sombra bergogliana en León XIV, pero este sin duda brillará, de hecho ya está brillando, con luz propia. El papa Bergoglio había brindado un legado, un reto, una sombra que no oscurece sino que enardece y luce, abriendo un espacio para que el camino de discernimiento se abra en una vista, una perspectiva, un prisma para el águila de Hipona"
"Como buen hombre cristiano, como sureño por adopción, León XIV luchará, rugirá, desde esa plataforma privilegiada que es la Cátedra Petrina, por estos ‘hermanos pequeños’ hostigados ahora en suelo norteamericano y en otras partes del mundo"
"No cabe duda de la presencia de la sombra bergogliana en León XIV, pero este sin duda brillará, de hecho ya está brillando, con luz propia. El papa Bergoglio había brindado un legado, un reto, una sombra que no oscurece sino que enardece y luce, abriendo un espacio para que el camino de discernimiento se abra en una vista, una perspectiva, un prisma para el águila de Hipona"
"Como buen hombre cristiano, como sureño por adopción, León XIV luchará, rugirá, desde esa plataforma privilegiada que es la Cátedra Petrina, por estos ‘hermanos pequeños’ hostigados ahora en suelo norteamericano y en otras partes del mundo"
| Macario Ofilada Mina
Tuvo una primera semana ajetreada el nuevo Papa, elegido durante el Jubileo cuya temática es la esperanza, con reuniones diversas que hacen destacar las diversas facetas del ministerio petrino, como por ejemplo, la reunión con los medios de la comunicación (como evangelizador en la época de los medios de comunicación), la con los Hermanos de La Salle (como religioso), la con los de los ritos orientales (como principio de comunión), la visita al Santuario de la Madre del Buen Consejo y a la curia agustiniana (para subrayar su raíz agustiniana y mariana), la visita a la tumba de su predecesor inmediato (para señalar la continuidad), la audiencia con el tenista Jannick Sinner (por muy pecador que suene el nombre, el papa no deja de ser un aficionado al deporte), la asamblea con los Guardias Suizas (pues el papa también necesita seguridad física), la reunión con los cardenales (sus colaboradores más inmediatos), la celebrada con el cuerpo diplomático (como soberano de un estado independiente), su primer nombramiento episcopal para Filipinas (que seguramente se había gestionado cuando el papa Prevost aún era el prefecto del Dicasterio para Obispos), etc.
Seguramente este ritmo aumentará tras la misa inaugural celebrada el 18 de mayo. De momento, ya ha visitado la Basílica Paulina Extramuros, para recalcar la fundación de la iglesia de Roma (la dimensión misionera o paulina que incluye los retos ecuménicos e interreligiosos) que según la versión ‘oficial’, un tanto simplista, es inseparable del carisma petrino de la estabilidad (digo ‘oficial’ pues una lectura detenida de las Cartas Paulinas pondrá de manifiesto las tensiones entre Pablo y Cefas, y también los demás apóstoles que pusieron en duda la calidad de apóstol de este gran misionero).
Mientras redactamos estas líneas, estamos esperando otro acto simbólico significativo, esto es, su toma de posesión de la Catedral como obispo de Roma, es decir, san Juan de Letrán. Son ‘cosas rutinarias’ para un papa, sobre todo para uno que está estrenándose. Pero la carga simbólica de estos actos es indudable.
Actos simbólicos: Performatividad en los discursos
Como refiere Ricouer, los símbolos nos dan que pensar. Más bien yo diría que abren perspectivas que las palabras, las más explícitas de los símbolos, concretan o explicitan, es decir, los símbolos dan el ambiente, las palabras son los acontecimientos dentro de ambiente. Tanto palabras como símbolos siempre apuntan y señalan. No siempre predicen (o aciertan) ni precisan (o explican). A veces aclaran, otras ofuscan. Pero todo esto hace posible que el caminante siga por la senda en busca de su norte al que los símbolos y las palabras orientan, pues, en primer lugar, representan, hacen presente lo que aún está ausente, es decir, lo que queda por realizar, cumplir, alcanzar.

Las aportaciones que siguen no quieren ser vaticinios ni siquiera pretender ser codificaciones. Son más bien notas hermenéuticas, fichas fragmentarias, dardos momentáneos que carecen de la finalidad de dar en el blanco. Solo quiero señalar con estos dardos las condiciones para que la flecha pueda llegar al deseado blanco al examinar la atmósfera en que se está llevando a cabo el afán de dar en la añorada diana. Y, como es obvio, el papa que apunta, y la iglesia que apunta en comunión con él hacia la diana de unión con Dios, visualiza el trayecto de los dardos con una visión agustiniana por lo que su puntería es asimismo agustiniana.
El papado es un símbolo. Cada papa es un símbolo viviente. Como todos sus predecesores, León XIV no solo encarna un símbolo sino que, sobre todo, lo vive las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y la vive mediante la acción. Gran parte de esta acción la constituyen las palabras. Debido a su ‘vocación singular’, en expresión feliz de Pablo VI, sus discursos son siempre performativos en el sentido austiniano. En otras palabras, en el caso de una figura tan destacada como el papa, el hecho de ser expresado es ya la realización del hecho. Como en cualquier otro empeño humano, en muchos casos falta la precisión de la ejecución de lo ya expresado pero, casi con la fuerza de un enunciado ‘ex cathedra’, cada dicho o enunciado del Sumo Pontífice es ya no solo la política o norma eclesial sino que es la manera de ser iglesia peregrina hacia el Padre en un determinado momento.
Programación y predicación por la paz: Diferenciación, combinación, armonización en imágenes y símbolos en los discursos performativos
Se está intentado buscar algún discurso programático (o al menos unas claves performativas) en su primera homilía en la Capilla Sixtina al concluirse el cónclave, pero resulta que el texto era una verdadera homilía, unas reflexiones acerca de las lecturas litúrgicas en el contexto actual. Por ejemplo, las homilías de Juan Pablo II y Benedicto XVI se recuerdan respectivamente más bien como una arenga (por lo de ‘¡No tengáis miedo’ en el caso de aquel) y una lección académica (por lo de la explicación de los símbolos pontificios tras renunciar al intento de presentar un programa de gobierno en el del papa alemán). ¡Cada uno con su estilo y carisma, teniendo en cuenta el contexto del momento! Juan Pablo II un motivador o arengador, Benedicto XVI un profesor. Francisco un pastor del sur que subraya el cuidado (desde la figura de san José), León XIV un pastor del norte que ha optado or el sur que subraya la dimensión comunitaria de la iglesia (conforme al ideal agustiniano) en clave de paz (el reto más acuciante del momento).

Juan Pablo II, de la Iglesia desafiante de Polonia, arengaba desde las tensiones de la guerra fría (teniendo en cuenta los horrores de los regímenes comunistas). Benedicto XVI, desde su experiencia a veces turbulenta de la universidad alemana y los desafíos de la posverdad, dictaba lecciones teniendo como horizonte cuestiones como la relativización de la fe (recuérdese su última homilía como cardenal decano antes del cónclave de 2005). Francisco, primer papa del Sur, hablaba del cuidado desde la necesidad de reformas en aquellos tiempos marcados por el Vatileaks, el abuso sexual de parte de los clérigos (tema todavía no resuelto), la corrupción eclesial (otro tema pendiente) y sobre todo por la pobreza. Este cuidado ha marcado su ‘método’ de tanteo, de discernimiento ignaciano con matiz franciscano (no solo por la preocupación por los pobres sino también por el medio ambiente). Y recientemente, León XIV, quien será más metódico en el sentido institucional dada su formación en Derecho Canónico, ha subrayado la urgencia de la paz, en realidad la del Cristo Resucitado, que había lanzado en el balcón de la Basílica de San Pedro tras su elección.
Los programas del papa agustino, el primero del norte que se hizo igualmente ciudadano del sur, al menos en sus ‘versiones iniciales’ pueden derivarse en sus discursos sobre todo desde aquel primer saludo desde el balcón de la Basílica, el discurso acerca de la diplomacia vaticana y en el pronunciado ante el Sacro Colegio Cardenalicio.
Y asimismo esto puede derivarse de la opción lingüística tomada en momentos clave que constituye en sí un discurso performativo revelador y emblemático. Eso de no hablar en inglés durante su primer discurso papalino señala la importancia de la vocación sobre el origen, la prioridad de la elección de identificación con un pueblo extraño (en este caso el mundo hispánico o el sur, pues desde una perspectiva norteamericana el español es un lenguaje del sur, del marginado, de los emigrantes, sobre todo en este nuevo mandato del dirigente estadounidense) sobre lo inevitable o incambiable, como el lugar de nacimiento y la lengua en que uno mamó desde el primer momento de la vida.
Más que norteamericano o del norte que ha optado por el sur al hacerse ciudadano peruano, el Papa es un ciudadano del mundo, un trotamundos que reunirá ambos hemisferios
Por estar en Roma, y como obispo de esta gran ciudad, el papa hablaba en italiano desde el primer momento. Luego, habló en inglés, su lengua materna (el español, pese a su línea materna hispana lo llegó a dominar durante sus años de misionero, como confirmaron fuentes fidedignas entre los agustinos). El papa Prevost no puede escaparse de esta condición dada. Pero la elección ya se había hecho. Más que norteamericano o del norte que ha optado por el sur al hacerse ciudadano peruano, el Papa es un ciudadano del mundo, un trotamundos que reunirá ambos hemisferios, sobre todo con los esperados viajes papales. Hasta antes de su misa de inicio del oficio petrino, contábamos en el caso de León XIV con dos referentes principales: El Concilio Vaticano II y el magisterio del papa Francisco, sobre todo de Evangelii Gaudium mas con el inconfundible e inevitable sabor agustiniano de construir una comunidad de amigos (léase sinodal) y con proyección misionera (con talante solidario sobre todo con los que sufren), deseando a todos la paz duradera y verdadera (que relacionalmente trae consigo la verdad y la justicia) del Cristo Resucitado.
Pero la misa inaugural en sí cobra un significado distinto y peculiar. Es la misa más importante, más significativo y más recordado de un pontificado, pues por su naturaleza y por su peculiaridad temporal (como kairos) trae consigo incontables expectativas. No es solo acción de gracias (Eucaristía) por el ministerio petrino ni es solo para pedir las bendiciones del cielo para el papa en comunión con toda la iglesia sino que con ella se inaugura una nueva etapa eclesial cuya discursividad es más directa o explícita en la homilía. Desde su fondo agustiniano, en que la Iglesia se ve como una comunidad religiosa viviendo en paz, unidad, armonía y verdad dirigiéndose hacia Dios. Con la comunión que el preside, León XIV ha dirigido o está dirigiendo la mirada hacia la meta que es la comunión con Dios. Y de manera más significativa y simbólica en la misa inaugural se ha subrayado la globalidad de esa mirada, ya que en un mundo mucho más globalizado y complicado le corresponde al Sucesor de Pedro la tarea de ser puente (pontifex), de ser mediador sobre todo por la paz.

En la homilía para dicha ocasión el Papa ha mencionado las zonas más conflictivas o los hotspots del momento, a saber, Ucrania (ahora con unas negociaciones para un cese de hostilidades), Myanmar y Gaza. En su primera audiencia general, León XIV ‘vuelve a la carga’, por así decirlo, a favor de la paz diciendo: ‘En un mundo herido por la guerra, estamos llamados a sembrar la esperanza y construir la paz’.A esta luz, puede inferirse que Francisco enumeraba descriptivamente las grandes preocupaciones actuales como el medio ambiente, las reformas, ayuda a los pobres, etc. mientras que su sucesor ha acentuado la condición fundamental para que todos estos grandes proyectos puedan realizarse: la paz.
Cabe mencionar aquí que la primera audiencia papal concedida a un jefe de estado fue para Volodymyr Zelenski. De hecho, la entrevista de este con el dirigente norteamericano Donald Trump, antes de los funerales del papa Francisco, fue denominado por algunos como el primer milagro del papa argentino, sin necesidad de gritos populistas de ‘Santo Subito!’ en la Plaza de San Pedro durante la celebración de los mismos, cuyo legado ha heredado el papa de norteamericano hecho peruano. Esta herencia tan amplia puede plasmarse y concretarse en una palabra: la paz. Siendo así, se le puede denominar a León XIV el papa de la paz en estos tiempos como Francisco fue el papa de las pobres y pecadores ovejas.
La inquietud por la paz hacia un corazón para los continentes, para las trincheras y para el legado bergogliano
Corazón inquieto agustiniano (sobre todo en un mundo sacudido por la guerra), símbolo, imagen evocada en el comienzo de la homilía de la misa inaugural para reforzar la imagen en su escudo papal que algunas del Apostolado de la Oración malinterpretaron como signo de la devoción papalina al Sagrado Corazón de Jesús, en un mundo desgarrado por las guerras, que siempre son contiendas entre hermanos, es decir, son fratricidas.
En el fondo es un mundo, mejor dicho, un mundo de hermanos o comunidad de hermanos en busca de Dios o tendientes hacia Dios, conforme al ideal agustiniano. Pero siempre en medio de los desafíos a los que el Papa ha hecho alusión (o mención) en sus discursos: la inteligencia artificial, los fake news (o bulos), las reformas pendientes (se destacó la del Opus Dei en los medios de comunicación). Y claro, con la elección del nombre pontificio de León XIV para homenajear al autor de Rerum Novarum al que se considera padre de la doctrina social de la iglesia. Y todos los ideales de la doctrina social de la iglesia pueden lograrse, vivirse solo si se cumple la gran condición imprescindible: la paz. Y es esta también la condición imprescindible para vivir el ideal agustiniano de vivir armoniosamente como comunidad en camino hacia Dios. Y este ideal lo ha hecho, propuesto, formulado como ideal eclesial por el primer papa agustiniano para nuestros tiempos.

Igualmente los gestos performativos durante la misma misa inaugural poseen valor simbólico que nos indican las tendencias generales de esta nueva etapa eclesial señalándonos las direcciones y directrices y también para orientarnos hacia nuevas perspectivas. Nos limitamos a enumerar tres.
En primer lugar, cabe notar que los tres purpurados encargados de imponer al nuevo papa las insignias pontificias no eran los más antiguos de cada orden dentro del Sacro Colegio Cardenalicio, sino que eran representantes de cada continente (Europa, África y Asia), con el papa norteamericano, que optó por ser suramericano, como eje de aquel momento clave de la liturgia. Con cada representante, en quienes la primordialidad de la antigüedad eclesial se ha desmantelado de una manera, se oye un eco de lo del Evangelio: ‘Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos’ (Mt 20,16). Lo humano, esto es, el hecho de pertenecer a la gran comunidad o familia mundial o eclesial, ahora vista agustinianamente, es lo que verdaderamente cuenta. Es lo único que cuenta.
En segundo lugar, otro gesto simbólico fue el que una religiosa, que no llevaba el hábito (pero que es superiora general de las Hermanas de Notre Dame de Vie) para señalar que las formas exteriores no constituyen lo más importante de la vida religiosa o eclesial que es más que una cuestión de vestimenta, sino más bien de identificarse con la gente, de oler a la gente (a las ovejas, como dijera el papa Francisco) y estar en las trincheras con ellos, sobre todo en muchos lugares tanto de Hispanoamérica y Filipinas en que los hábitos religiosos son símbolos del estatus de los privilegiados, máxime en la lucha por un mundo mejor, que en efecto es la lucha por la paz. Para lograr esto es preciso derribar las fronteras sociales y culturales que un hábito religioso, desafortunadamente en varios contextos sureños, simboliza.
No cabe duda de la presencia de la sombra bergogliana en León XIV, pero este sin duda brillará, de hecho ya está brillando, con luz propia.
Y en tercer y último lugar, para resaltar la continuidad, el hecho de que el actual superior general de los jesuitas diera la obediencia al nuevo Papa pone de relieve que sigue vivo el papa Francisco no solo en sus hermanos de hábito comprometidos a prestar servicio a la Iglesia, recalcando a la vez el cuarto voto de los hijos de san Ignacio que consistía en obediencia al Papa, sino en la preocupación eclesial de su sucesor agustino que precisamente ha elegido la clave de la paz para proseguir con el ideal franciscano.
No cabe duda de la presencia de la sombra bergogliana en León XIV, pero este sin duda brillará, de hecho ya está brillando, con luz propia. El papa Bergoglio había brindado un legado, un reto, una sombra que no oscurece sino que enardece y luce, abriendo un espacio para que el camino de discernimiento se abra en una vista, una perspectiva, un prisma para el águila de Hipona (símbolo en los colegios agustinos para señalar los ideales nobles de sus alumnos tomado probablemente del Comentario del Hipponese al Evangelio de San Juan 8,15-18).

Todo ello se desarrolló enfrente del altar y no a la entrada de la Basílica, en donde se colocaba el trono o la sede papal desde la coronación de Pablo VI en 1963 hasta la misa inaugural (no entronización) de Francisco en 2013, por lo que el escenario parecía un salón del trono. Con esta colocación de la sede papal, León XIV no solo ha remarcado la cercanía desde el prisma de la comunión, sino también la visibilidad propia de la dimensión global de su ministerio.
Con los continentes representados e implicados (unidad comunitaria a nivel global como espíritu de la comunión), con el compromiso de estar en las trincheras de las luchas cotidianas de los fieles (espíritu solidario en la comunión) y con la continuidad con el legado bergogliano que ha perfilado el camino histórico a tomar desde el Concilio Vaticano II y con el talante y sello inconfundibles de Pablo VI, es decir, la sinodalidad (dinamicidad histórica de la comunión), henos aquí ante tres claves panorámicas para poder comprender adecuadamente cómo se desplegarse este pontificado que, como ya hemos dicho en otra ocasión, promete ser longevo y fructífero. Estas tres claves panorámicas pueden considerarse como los tres latidos principales de este corazón inquieto agustiniano —puesto que el latido es el principal performance del corazón o centro del ser y de la vida —, que será el compás y el diapasón de la vida eclesial bajo este pontificado.
El símbolo del Big Brother: Más allá del americanismo y hacia el bienestar global centrado desde la comunión eclesial en la paz de Cristo
Sobre todo desde la posguerra, caracterizada por la Guerra Fría, el país de nacimiento del nuevo Papa ha sido un gran broker mediador por la paz. Muchos de los dirigentes estadounidenses han cumplido este rol, usando todos sus recursos materiales, junto con el prestigio e influencia que conlleva que son enormes este cargo político, para lograr un mundo más pacífico. Pero es obvio que todo esto tiene un precio que tiene que ver con la consolidación y el alcanzamiento de las condiciones más favorables para los intereses estadounidenses en este teatro global.
Esto lo he vivido yo o lo sigo viviendo yo como ciudadano filipino que sigue experimentado en su propia carne una larga historia colonial. Esta herencia conlleva el hecho de que los filipinos nos considerábamos como los little brown brothers o pequeños hermanos morenos de los estadounidenses, por lo que el Tío Sam es nuestro big brother o aliado number one. Del Tío Sam dependemos los filipinos en gran medida por la sobrevivencia en este teatro grande, dirigido o dominado por la realpolitik, que es el mundo en que los filipinos somos unos peones o actores insignificantes o medios para facilitar los intereses de los superpoderes en el constantemente vertiginoso partido de ajedrez mundial.
Es cierto que el papa León XIV es ciudadano del último superpoder en el mundo. Pero este estatus conlleva desafíos para los Estados Unidos de América que consisten en la búsqueda de las maneras más adecuadas en que pueda concretarse la conservación del status quo global, es decir, la preservación de un mundo equilibrado, de un mundo en paz para que los intereses nacionales puedan conseguirse, si bien esta paz se entiende su sentido minimalista, es decir, como mera ausencia de la guerra sin conllevar necesariamente el bienestar común. Es una paz de convivencias mas no necesariamente significa comunión, que es lo que el papa agustino desea.

Pues bien, León XIV no pretende imponer su ciudadanía norteamericana ni peruana en su ejercicio del ministerio petrino. Muy lejos de su mente esta pretensión pueril. De hecho, él mismo no creía que iba a ser elegido por la misma razón de antes que ha configurado la mentalidad primariamente europea del Sacro Colegio Cardenalicio sobre todo desde los tiempos de Pío XII (a quien le hubiera gustado nombrar a un norteamericano en la persona del Cardenal Francis Spellman como secretario de Estado): de que se le mirará con recelo a un Sumo Pontífice (o a un top cardinal en la Curia Romana) que es ciudadano de un súperpoder. Con su perfil es evidente que el primer Papa norteamericano, pese a su afiliación religiosa, supera cualquier forma de parroquialismo, regionalismo, nepotismo o pequeñez tan en boga también en círculos vaticanos e italianos.
Cabe recordar que el papa, amén de Vicario de Cristo, es asimismo un jefe de Estado, un monarca, un soberano que ‘reina’ no solo en su ciudad, sino igualmente desde ella. No tiene un ejército, pero cuenta con 1.045 mil millones de católicos. Su esfera de influencia, primordialmente espiritual sobre todo desde la disolución de los Estados Pontificios, es considerable y rivaliza la de cualquier otro dirigente global tanto en lo civil como en lo religioso. Su ventana es la más famosa del mundo. Todo el mundo está pendiente de la apertura de la misma para oír al Santo Padre y para recibir su bendición. He aquí los momentos más emblemáticos de esta influencia, de esta vocación singular en esta aldea global.
Sin embargo, más allá de todas estas consideraciones materiales o culturales centradas en la nacionalidad, León XIV claramente no ha dudado ni por un instante en emplear la influencia que ha adquirido con este nuevo oficio, que ya en sí es un discurso performativo, para abogar por una paz duradera y verdadera, algo que ahora no han podido abogar con el brío, la fuerza, la credibilidad de antes los mandatorios actuales del país del nacimiento del papa. No podemos entrar en los detalles de esta espinosa cuestión ahora pero sí es preciso notar que por su propia cuenta, por su cargo petrino, debido a su lugar e influencia en nuestro mundo que es cada vez más una aldea mundial —y la Iglesia está siendo cada vez más en esta época digitalizada una parroquia o comunidad religiosa mundial—, León XIV abogará por una paz verdadera y duradera.
Esta paz leonina se caracteriza por el amor y la verdad, máxime en esta época de violencias y bulos que degradan la dignidad del ser humano
No solo una paz minimalista. Para el Papa no se trata de una paz cuya finalidad se limita a satisfacer a cualquier superpoder o bloque de aliados. La paz abogada por el Sumo Pontífice solo tiene el deseo de satisfacer el deseo humano por el bienestar más desde una visión agustiniana de una comunidad (vivencia concreta de comunión y no simplemente de convivencia ya que esta no necesariamente implica el bienestar) cada vez más globalizada por lo que esta paz leonina se caracteriza por el amor y la verdad, máxime en esta época de violencias y bulos que degradan la dignidad del ser humano.
A tenor de lo ya afirmado, no se puede negar que los mandatorios actuales estadounidenses constituyen un desafío auténtico a este pontificado, pues sabido es el interés agustiniano, empezando con la provincia de Chicago de la que fue provincial el Papa, por la cuestión de los marginados. Esta familia religiosa tiene presencia misionera en el ‘sur’. De hecho, esta provincia religiosa participa con gran intensidad en una ONG en la ONU que está realizando una gran labor humanitaria: Augustinians International. La epopeya de la Iglesia de Filipinas comenzó con la llegada de misioneros agustinos en este desconocido oriente entonces y que sigue siendo parte del sur en nuestra aldea mundial. Filipinas es también tierra de migrantes en busca de pastos más verdes lejos de la Madre Patria (Inang Bayan). Y se saben de sobra los apuros y los sufrimientos de los marginados en estos momentos, esto es, los inmigrantes en el país de nacimiento del papa actual. Pues bien, seguramente no solo como norteamericano sino que sobre todo como papa, como buen hombre cristiano, como sureño por adopción, León XIV luchará, rugirá, desde esa plataforma privilegiada que es la Cátedra Petrina, por estos ‘hermanos pequeños’ hostigados ahora en suelo norteamericano y en otras partes del mundo.
¿Es el excardenal Robert Francis Prevost O.S.A., nacido en Chicago, la respuesta de la Iglesia católica, por medio del Sacro Colegio Cardenalicio, al reto de la actual situación estadounidense? O, ¿es el deseado big brother para todos, sobre todo los más pequeños? Recuérdese cómo se autodenominó a sí mismo el Servus Servorum Dei en su homilía inaugural: ‘Soy siervo de vuestra fe y de vuestra alegría’. He aquí la esencia de un hermano mayor, de un big brother verdadero en una familia numerosa y diversa.

El Papa es un verdadero big brother por su ministerio de comunión en la Iglesia. Como tal el Santo Padre no debe promover sus propios intereses, sino los de Cristo que se concretan en los intereses de la fe y de la alegría de los más pequeños de la gran familia que es la iglesia. Así se logra la comunión, más allá de la mera convivencia que es la paz que el mundo puede ofrecer pero no es la de Cristo (Jn 14, 27). Claramente para León XIV la condición para llevar a cabo esta vocación singular es la paz, la paz del Cristo Resucitado.
Reflexiones finales desde la esperanza
Tildar al papa León XIV de agustiniano no es restringirlo o encasillarlo en una categoría rígida y fija. Más bien señala la amplitud del campo y de la perspectiva del mismo, pues el agustinismo sobre todo global subraya la necesidad de la comunión, la condición de la paz para vivirla y el bienestar que todo ello conlleva. El agustinismo global señala el comienzo de la desaparición de las fronteras y diferencias entre norte y sur para buscar nuevas formas de convivencia y colaboración, subrayando el empeño común, la condición común que es la verdadera paz del Resucitado.
Espero haber podido brindar vistas amplias y comprensivas como aquella águila hiponense con estas reflexiones que son preliminares. Como dejé dicho, no es nuestro cometido aquí vaticinar cómo desarrollará León XIV su pontificado. Al menos sí podemos vislumbrar algunas cosas sobre todo por la clave agustiniana que merece ser tema de reflexiones realizadas con la detención debida. Baste por ahora indicar que solo daremos en el deseado blanco si empleamos un arco agustino y una flecha de paz como claves hermenéuticas en orden a comprender las condiciones necesarias para realizar esta utopía cristiana, la Ciudad de Dios agustiniana para nuestros tiempos, en la que desea iniciarnos como mistagogo el primer Papa agustino que ya es el servidor de todas las familias y parroquias cristianas y no solo de su congregación religiosa. Asimismo de los que se encuentran institucionalmente o confesionalmente fuera de estas mencionadas órbitas.
Todo comenzó a cambiarse de verdad para nuestra parroquia o comunidad religiosa global la elección del primer papa del sur en 2013. Ahora, con la elección del primer Sucesor de Pedro del norte que optó por ser del sur, norte y sur ya se dan la mano, adquiriendo más fuerza para que la Iglesia sea el ámbito adecuado para poder trabajar juntos en alcanzar el mejoramiento, esto es, la capacitación de todos, teniendo por clave la paz vivida en nuestra parroquia global con vistas a dar en el blanco de tener una vida mejor en nuestra aldea global. Siendo así, se puede esperar de León XIV que ha asumido con valentía y determinación el manto y el nombre de León XIII la redacción de significativos textos para el desarrollo de la doctrina social de la iglesia teniendo presentes los retos del presente.
Cerramos con esperanza, ya que estamos en este año jubilar dedicada a la esperanza. Con León XIV, el big brotherya no es un vigilante ni una fuerza de presión, ni un símbolo de poderes formidables sino que es, sobre todo a partir del primer Papa norteamericano y su esperado magisterio social, pontífice, constructor de puentes y comunidades eclesiales y extraeclesiales globales, siendo a la vez y ante todo el ‘siervo de la fe y la alegría’, es decir, del bienestar de todos los hermanos sin distinción. Esta vez la distinción será comprendida no en términos de diferenciación sino como dignidad que es lo que todos compartimos y es el eje de nuestra comunión que se vive en la diversidad.
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