La Doctrina social de la Iglesia frente a la desigualdad habitacional El sagrado derecho a la vivienda

El sagrado derecho a la vivienda
El sagrado derecho a la vivienda

la humanidad nunca tuvo tanta capacidad técnica y económica para garantizar un techo digno a cada persona, y sin embargo millones ven cómo la vivienda se convierte en un bien inalcanzable

La vivienda es un derecho sagrado inseparable de la dignidad humana. Negarla es perpetuar estructuras de pecado que matan. La DSI, iluminada por la vida de Jesús y por los principios de destino universal de los bienes y subsidiariedad, ofrece un camino profético y realista.

Los populismos ultras culpan a los inmigrantes de la crisis de vivienda, pero esa idea es falsa y no tiene en cuenta los verdaderos datos económicos y sociológicos. Culpar al inmigrante es un mecanismo de distracción: convierte a los vulnerables en chivos expiatorios y encubre la responsabilidad de quienes concentran capital.

Estamos llamados a construir comunidades comprometidas con el Jesús desposeído. Si somos samaritanos con los sin techo, seremos herederos de la solución habitacional de Cristo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Jn 14,2).

La Vivienda como Derecho Sagrado en un Mundo de Desposesión

Introducción

Vivimos una paradoja desconcertante: la humanidad nunca tuvo tanta capacidad técnica y económica para garantizar un techo digno a cada persona, y sin embargo millones ven cómo la vivienda se convierte en un bien inalcanzable. La financiarización global ha transformado la casa —símbolo de arraigo y comunión— en mercancía especulativa, sometida a los caprichos de fondos de inversión y grandes tenedores ante la inoperancia de los Estados y la vulnerabilidad de las sociedades.

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) ofrece una palabra profética y lúcida frente a esta injusticia. Nos recuerda que la vivienda es un derecho humano fundamental y que no favorecerlo constituye un pecado social. En este horizonte, la figura de Jesús de Nazaret, el hombre sin techo que confesó no tener “dónde reclinar la cabeza” (Lc 9,58), se erige como criterio de discernimiento: revelación de un Dios solidario con los excluidos y juicio contra un sistema que privilegia el beneficio sobre la dignidad.

La vivienda en la Doctrina Social de la Iglesia

La DSI se funda en el principio del destino universal de los bienes. El Concilio Vaticano II afirma: “Dios ha destinado la tierra y todo lo que contiene para uso de todos los hombres y pueblos” (GS 69). Por ello, la propiedad privada —incluida la vivienda— no es un derecho absoluto, sino subordinado al bien común.

El Papa Francisco ha recordado con claridad en Fratelli Tutti (123) que la propiedad privada es un derecho “secundario”, mientras que el acceso universal a los bienes creados es prioritario. Cuando la vivienda se convierte en un instrumento de especulación, se rompe este orden moral. Juan Pablo II canonizó el concepto de "hipoteca social" de la propiedad privada en Sollicitudo Rei Socialis 42.

La vivienda, además, es núcleo de la vida familiar y comunitaria. Como afirma Benedicto XVI en Caritas in Veritate (61), pertenece a la “ecología humana”: allí se transmiten valores, se protege a los vulnerables, se construye comunidad. Su privación significa desarraigo y vulnerabilidad.

el hogar de Jesús
el hogar de Jesús

Jesús de Nazaret: juicio y esperanza

La vida de Jesús ofrece una clave teológica ineludible. Nació en un espacio prestado, vivió itinerante y denunció la riqueza excluyente. “Las zorras tienen madrigueras y las aves nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). Este gesto revela dos cosas:

Dios se identifica con los desposeídos: en el rostro del sin techo vemos el rostro de Cristo. Es un juicio contra la opulencia indiferente: como en la parábola del rico Epulón y Lázaro (Lc 16,19-31), quien ignora al indigente desde la seguridad de su casa abona su propia condena.

La opción preferencial por los pobres no es un añadido ideológico, sino fidelidad a Jesús desposeído. Un sistema que acumula viviendas vacías mientras millones carecen de hogar contradice radicalmente el Reino que él proclamó.

Los inmigrantes y la falacia del chivo expiatorio

Los populismos ultras culpan a los inmigrantes de la crisis de vivienda, pero esa idea es falsa y no tiene en cuenta los verdaderos datos económicos y sociológicos. Es una ideología xenófoba que usa el miedo y el odio para distraer de los verdaderos responsables, que lo son tanto de la falta de vivienda accesible como la de un mundo injusto donde la gente tiene que emigrar para sobrevivir. "Esta economía mata" (Francisco)

Los estudios oficiales son claros: la inmigración dinamiza la economía, aporta trabajo, impuestos y emprendimientos. Organismos como la OCDE y el FMI lo confirman. No son los inmigrantes quienes encarecen la vivienda, sino la especulación inmobiliaria global, que concentra propiedades en manos de grandes fondos, provoca alzas especulativas y las retira del acceso popular.

El filósofo Thomas Piketty ha documentado que esta financiarización es el motor principal de la desigualdad. Culpar al inmigrante es un mecanismo de distracción: convierte a los vulnerables en chivos expiatorios y encubre la responsabilidad de quienes concentran capital.

caritas por nadie sin hogar
caritas por nadie sin hogar

El principio de subsidiariedad aplicado a la vivienda

No basta denunciar: se requieren caminos de acción equilibrados. Aquí cobra fuerza el principio de subsidiariedad, formulado desde Pío XI en Quadragesimo Anno. Este principio establece que las instancias superiores no deben absorber lo que pueden hacer las inferiores, pero deben ayudar cuando estas no alcanzan,

Aplicado a la vivienda, la subsidiariedad evita dos extremos: el mesianismo estatal y el fundamentalismo de mercado. Propone, en cambio, un ecosistema plural de soluciones:

La base comunitaria: cooperativas de vivienda, fideicomisos de tierras comunitarias, solidaridad familiar. Los municipios: planificación inclusiva, bancos de tierras, promover la oferta de alquileres. El Estado: garante último del derecho, mediante fiscalidad progresiva, créditos blandos y vivienda social para los más vulnerables, transformándose en algunas emergencias en estado emprendedor (Mariana Mazzucato, miembro de la Pontificia Academia para la Vida). El mercado: eficiente, innovador pero sintonía con el bien común para no ser manipulado por monopolios poderosos.

Este enfoque reconoce la corresponsabilidad de todos los actores y promueve participación, creatividad y prudencia.

Los púlpitos que no dan voz a los Cristos sin techo

Uno esperaría que se hable más de la acuciante crisis de la vivienda desde el púlpito, dada la robusta Doctrina Social de la Iglesia al respecto. Pero muchos sacerdotes tienen una brecha experiencial ya que si bien no son ricos, gozan de una seguridad habitacional que les distancia de la angustia que una familia tenga ante el desahucio o el alquiler abusivo. Mucho se predica sobre la familia pero poco sobre la indispensable vivienda para que ésta se desarrolle.

Por eso el cura no lo ve como prioridad y si además solo lee los periódicos del establishment como verdad revelada, el sesgo está completo. Pero también opera un clericalismo que solo reflexiona cuestiones morales individuales y litúrgicas, relegando lo "social" como si fuera menos teológico. Finalmente, están quienes temen enojar al poder económico y a feligreses influyentes o donantes…la “gente bien” que sostiene económicamente su status quo.

No es siempre mala fe, sino una cómoda ceguera estructural. La burbuja clerical, llena de seguridades a cambio de no casarse y mantener su mezquino orden privilegiado institucional, se suele alejar de la comprensión de la gente real.  Si a esto añadimos las innumerables viviendas e inmatriculaciones ociosas, tenemos un combo estructural de  omisión que clama al cielo.

Quienes habitan en tal angelismo desencarnado, rara vez recuerdan que el Hijo del Hombre no tenía dónde reclinar la cabeza. Superarlo exige una mayor sinodalidad y conversión pastoral que tome en serio el grito de los pobres como el lugar teológico.

vivir bajo techo es un derecho
vivir bajo techo es un derecho

  Conclusión

La vivienda es un derecho sagrado inseparable de la dignidad humana. Negarla es perpetuar estructuras de pecado que matan. La DSI, iluminada por la vida de Jesús y por los principios de destino universal de los bienes y subsidiariedad, ofrece un camino profético y realista.

La respuesta cristiana debe ser transformadora: desmercantilizar la vivienda, desenmascarar narrativas falsas que buscan chivos expiatorios como los inmigrantes, y construir comunidades inclusivas inspiradas en el Jesús desposeído. Si somos samaritanos con los sin techo, seremos herederos  de la solución habitacional de Cristo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Jn 14,2). 

poliedroyperiferia@gmail.com 

Bibliografía principal: Gaudium et Spes, Vaticano II, Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2004, Juan Pablo II  Sollicitudo Rei Socialis (1987),  Francisco, Papa. Fratelli Tutti, 2020. Benedicto XVI, Papa. Caritas in Veritate, 2009. Pío XI, Papa. Quadragesimo Anno, 1931.Thomas Piketty. El capital en el siglo XXI, 2014. Gustavo Gutiérrez. Teología de la liberación, 1972. Mariana Mazzucato, El estado emprendedor, 2022, David Harvey. Ciudades rebeldes: Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, 2013, Hein de Haas, Los mitos de la inmigración, 2024.

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