Pascua de Resurrección

Pascua en hebreo significa paso (pésaj, pasar). La Pascua judía es la gran celebración del judaísmo que conmemora la historia bíblica del éxodo como liberación del pueblo por Yahvé. La Pascua judía actual aprovecha para celebrar, además de la liberación del cautiverio de los judíos liderada por Moisés, la transformación de su conciencia patriótica como nación libre. Jesús fue judío y celebraba la narración liberadora del libro del Éxodo. Y los primeros cristianos, que eran judíos, celebraron durante muchos años la Pascua de Resurrección a la par cronológica que la Pascua judía. Fue en el Primer Concilio de Nicea (en el 325 d.C.) cuando se separaron ambas celebraciones, quitando los elementos hebreos en la celebración cristiana pero dejando claro que Cristo resucitó en el día de la Pascua hebrea.

La historia es importante porque la fe y la religión se incardinan en tiempos concretos y diferentes, no abstractos, pero lo esencial es el carácter cristiano de la liberación pascual, muy diferente y trascendente respecto del de la pascua judía. De la misma forma que Juan el bautista es el último profeta de un modelo de vivencia religiosa que Jesús de Nazaret cambia por completo su interpretación (Reino de amor, compasión, misericordia, buena noticia para los que sufren y los alejados de Dios), la Pascua cristiana cierra una manera de entender la religión como el reinado de liberación pensando en la gloria del pueblo judío sobre los demás, por otro universal y transformador del corazón humano.

Por eso nuestra Pascua es muy diferente a la de los judíos. La resurrección de Cristo es algo que se debe celebrar todos los días, no sólo una vez al año. Ese grito paulino “Estad alegres, os lo repito, estad alegres” debiera ser el santo y seña como actitud de semilla fermentadora del Reino. El optar por el camino estrecho de la liberación ya no es caminar por el desierto ni enfrentarse a la persecución de los egipcios. Aquello quedó como símbolo actual de un camino estrecho más profundo: caminar por nuestras calles con otra forma de vida, llena de cruces en ocasiones, en donde se nos pide ser consecuentes como Jesús, aliviando, ayudando, dando testimonio con hechos que a veces despierta la animadversión de los faraones que nos rodean.

Resurrección como nuevo nacimiento a una esperanza viva al Amor que se nos da gratuitamente y al que estamos invitados en su plenitud una vez que completemos nuestra tarea frente a una sociedad violenta que aparta a los espíritus libres. Pero también la Resurrección cristiana hay que entenderla como misión para con los desheredados del mundo, a los que Cristo nos invita a “resucitar” de sus miserias con nuestra ayuda, acogida, consuelo y defensa frente a las injusticias que aplastan a personas bien cerca nuestro. Nunca utilizando la religión como una dormidera de seguridades humanas sino como un medio para ser consecuentes con el evangelio. La Pascua es el paso del Señor libre de las ataduras humanas que se nos manifiesta para traernos la paz y la fortaleza del Espíritu Santo para seguir su tarea, no reproches ni amarguras por las muchas decepciones y traiciones.

La liturgia de la Pascua -del triduo pascual- es muy importante, pero nos hemos quedado demasiado encogidos en ella. Lo importante es la vivencia de la Pascua, el anuncio de Cristo victorioso que nos llena de alegría porque cumple sus promesas. Ahora nos queda el recuerdo de lo que nos dejó como encargo a sus seguidores: practicad el amor fraterno, seguir su camino liberador, no tengáis miedo de ir por el camino estrecho. Ahora, revivivmos su Pascua porque todo queda iluminado por el Resucitado.

Me parece importante releer en estas fechas el evangelio de Juan y sus cartas, donde resalta el centro teológico de la Resurrección a la luz de los sinópticos.
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