Urgente e importante

El rastro negativo que deja esta pandemia se resume en el destrozo general causado a la salud y en la economía hundida. Hemos visto enormes dosis de solidaridad y entrega mientras nuestra Iglesia ha sido una de las instituciones con mayor presencia activa en todo lo relacionado con la ayuda a tanta necesidad como corresponde al mandato de Cristo. Sin embargo algunos se preguntan desde las redes sociales por el verdadero peso económico en torno a su solidaridad cristiana.

O dicho de otro modo, cuánto suma realmente lo que la Iglesia aporta al PIB estatal gracias a su solidaridad. La compasión samaritana rechaza contraponer lo humano a lo divino. Al contrario, cuando estamos compartiendo con los necesitados, nos acercamos al Dios de Jesús. Y no solo eso: acertaremos mejor en el irrenunciable diálogo con la sociedad civil cada vez que coincide la ética compasiva y la solidaridad samaritana, desprovistos de clericalismos o laicismos excluyentes que impiden el verdadero progreso inclusivo cuando ayudamos a los más débiles de la sociedad.

Pero volvamos a lo urgente y lo importante, que no es otra cosa que mostrar a la sociedad el verdadero aporte católico al bien común. Por nuestra credibilidad y por el testimonio evangélico que supone. Hace mucho tiempo que deberíamos haber presentado estas cuentas, aunque solo sea por impedir cualquier rendija que dé pie a la sospecha de que la sociedad es la que carga con nuestra actividad ¿Cuál es la realidad, llegados a este punto? Que no tenemos cifras completas ni válidas. Por una parte, la Conferencia Episcopal se ciñe a la labor asistencial de cada diócesis, pero con diferentes varas de computar la actividad social cristiana que lidera. Por otra, ahí no entra la ingente labor solidaria realizada por las decenas de órdenes religiosas a través de sus muchas organizaciones solidarias. Y tampoco el conjunto de sus datos de actividad solidaria como miembros de la CONFER se reflejan en una memoria conjunta.

¿Cómo es posible esta falta de unificación de los datos -y entendimiento consiguiente- a la hora de presentar a la sociedad todo el capital solidario que la Iglesia atesora mostrando la mejor cara del evangelio? En definitiva, no hay manera de cuantificar el valor solidario de la Iglesia católica hoy y, me temo, que ocurra algo parecido en las demás Iglesias cristianas. Aunque solo sea porque recibimos fondos públicos, las cuentas sociales deben estar claras y conocidas por todos y con un criterio común, tanto en los obispados diocesanos como en las órdenes religiosas. Que una cosa es que tengan gestiones diferenciadas y otra muy distinta que sus caminos no acaben de encontrarse nunca en este tema.

Es cierto que debemos separar lo puramente asistencial de lo religioso, pero no parecería tan difícil en estos tiempos en los que la contabilidad tiene su recorrido por más que se pretenda retorcer los números. Las auditorías están para algo, a pesar de que soporten un cierto descrédito por alguna mala praxis.  La Iglesia católica tiene una potencia solidaria solo intuida por muchos cristianos ante el descrédito permanente al que se ve sometida, precisamente por esa falta de concreción económica que impide conocer el verdadero alcance de nuestra apuesta evangélica con toda la sociedad trabajando con  quien más lo necesita.

No vale esgrimir en esto que la mano derecha no tiene que saber lo que hace la izquierda. Estamos hablando de hechos globales y anualizados que demandan la máxima transparencia para reforzar nuestra credibilidad cristiana, alejar a los calumniadores y evitar cualquier barrabasada económica que se acerque a lo delictivo. Si ha ocurrido en las entrañas del Vaticano, desviaciones pueden ocurrir en cualquier sitio; alguna caja de ahorros, de infausto recuerdo, fue representativa de lo que digo.

Concluyendo, es tiempo de la declaración de la Renta y de la posibilidad de poner la x en la casilla de los fines solidarios católicos. Parece inexplicable que todavía no sepamos a ciencia cierta el valor generado por la Iglesia al bien común del Estado por amor al evangelio. Si esto no es urgente e importante, teniendo en cuenta nuestra misión evangelizadora…

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