Un profeta entre nosotros

Hemos pasado mucho tiempo recordando y leyendo a los profetas como seres de otra época -casi de otra galaxia, me atrevería a decir- añorando quien ilumine una época en la nos parecía que los mensajes de la Biblia estaban muy lejos de nosotros. Alguien que nos ayudase a interpretar la realidad para vivirla a la manera del Cristo Pascual resucitado.

¿Qué es un profeta? esencialmente un mensajero de Dios, una persona corriente con experiencia de Dios que ha sido llamada por Él para “hablar en su lugar” (pro-femí, hablar en lugar de) interpretando su Palabra en las circunstancias del momento presente. Por eso hemos tenido diferentes estilos de profetas en función de las circunstancias que marcaban la actualidad del Pueblo de Dios. Algunos han proclamado la fidelidad de Dios perdonando y anunciando una nueva Alianza (Ezequiel Isaías...); otros corrigen a los sacerdotes y les recuerda sus responsabilidades (Malaquías), defienden a los pobres y desamparados (Oseas), dan consuelo y aliento a oprimidos y marginados (Sofonías), invitan a la conversión de corazón (Jeremías), etc.

En este tiempo nuestro, tenemos un profeta que además es Papa. No ha sido lo corriente que los profetas sean personas investidas de responsabilidades sociales o religiosas, y menos que el máximo exponente de la Iglesia católica sea un experto practicante del liderazgo de servicio poniendo su ministerio papal al servicio del carisma profético que entiende es necesario hoy para hacer Reino.

No deja de ser llamativo que Francisco tenga un mayor reconocimiento y admiración entre quienes están alejados de la fe que entre sus propias filas de correligionarios. A Jesús le pasó lo mismo con las autoridades y expertos religiosos de su tiempo. Pero a Jesús, Profeta de profetas, ya no le tenemos con nosotros físicamente, pero a Francisco sí. Y en lugar de acostumbrarnos a sus audacias evangélicas y a su ejemplo rompedor, creo que resulta mejor ejercicio repensar y reflexionar abiertos al Espíritu, sobre los mensajes y actitudes que este profeta del siglo XXI nos propone como profeta, hablando por boca de Dios:

1. Una Iglesia pobre para los pobres que deje de ser un referente de poder mundano para serlo de los que más sufren y padecen cualquier tipo de injusticia.
2. Una Iglesia de la misericordia y compasión como actitudes de vida que reflejan el mejor rostro de Dios-amor. Mano tendida de sincera reconciliación.
3. La práctica de la colegialidad en todos los niveles de la iglesia: “Prefiero una iglesia que comete errores porque está haciendo algo a una que se enferma porque se mantiene cerrada en sí misma” es uno de sus lemas.
4. El final del clericalismo, arribismo y las carreras eclesiásticas. Su postura me recuerda a las palabras de Jesús contra los escribas y fariseos.
5. El necesario empoderamiento de los laicos, ellos y ellas.
6. Denuncia profética de las injusticias estructurales: La promoción de la justicia, la paz y la protección del medio ambiente.
7. Tolerancia cero con los desmanes de la pederastia y la corrupción eclesial.

Algún día echaremos en falta a este regalo de Dios al que muchos admiran pero pocos siguen. Vivamos hoy en el agradecimiento y el compromiso llevados por su mano profética pues todos estamos invitados a vivir nuestro profetismo bautismal a nuestro nivel y en nuestro medio, fijos los ojos en Jesús de Nazaret, el Enviado de la verdadera autoridad y el magisterio lavando los pies de sus discípulos, el que remueve conciencias confortables y desestabiliza injusticias que pasan por no serlo por amor al que sufre. Sigamos con hechos a su profeta Francisco construyendo el Reino.
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