Los enfermos, primero

Hace un tiempo se presentó un libro en Tarragona en el que se comentaban variados casos de enfermos y la tesis era que nadie puede padecer en sí mismo el dolor ajeno, ponerse del todo en el lugar del enfermo. Y así es: hasta que uno no padece una enfermedad no siente el peso que conlleva, no sólo el dolor físico, sino la angustia que lleva asociada.

Como todos sabemos, cuando Juan Pablo II fue elegido Papa gozaba de una salud excelente, pero a raíz del atentado que sufrió, sus padecimientos ya no le abandonaron, hasta el punto de que sus entradas y salidas del Hospital Gemelli fueron tantas que le llevaron a rebautizar, con buen humor, el centro médico como Vaticano II.

De esta experiencia, de dolor compartido con los enfermos, surgió su carta apostólica Salvifici doloris en la que expresa el sentido profundo del sufrimiento que, vivido con Cristo muerto sobre la cruz, asume un valor inmenso en el plano de la fe.
Hoy quiero referirme a la atención que merecen los enfermos y agradecer los servicios que prestan los profesionales de la medicina y los voluntarios que visitan a las personas que sufren.

De los médicos decía el doctor Tarrés: “El médico delante del enfermo es como el sacerdote ante el altar. La cama es el altar, el enfermo es la víctima que sufre. El médico, un verdadero sacerdote”. Quien hoy ha sido glorificado por la Iglesia, fue médico y sacerdote. Sabía bien lo que decía.

En la Archidiócesis tratamos de atender a los enfermos en la medida en que nos es posible. La Pastoral de la Salud es una de las actuaciones que más me ilusionan. Se concreta en acciones muy variadas, como las que llevan a cabo la “Hospitalitat de la Mare de Déu de Lourdes”, la “Fraternitat Cristiana de Persones amb Discapacitat”, la “Fundació Sant Joaquim i Santa Anna”, pero deseo detenerme hoy en los voluntarios de las parroquias que forman parte de equipos que visitan a los enfermos en sus casas o en los hospitales y residencias.

La soledad es a veces peor que el dolor físico, y cuando las personas que están en cama o imposibilitadas de salir de sus casas reciben la visita amiga de los voluntarios, experimentan una alegría impagable que se nos comunica.

En mis visitas pastorales lo primero son los enfermos. Trato de ver uno a uno, hablar unos momentos con ellos, interesarme por su situación y por si se encuentran bien atendidos. He de decir que muchas veces salgo aleccionado de estas visitas. La fe, la esperanza, la fortaleza con la que sobrellevan la situación es un modelo de conducta para todos quienes a veces nos lamentamos por cualquier contrariedad pequeña.

Deseo estimular a quienes puedan hacerlo a que se presenten voluntarios en sus parroquias para formar parte de estos equipos de visitadores. En el enfermo encontramos a Cristo y, aunque el dolor ajeno no es transmisible, la solidaridad, que es caridad cristiana, hacia ellos, les ayuda y también nos alecciona en esta sociedad nuestra llamada a ganar en humanidad.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado
Volver arriba