Yo te lo pido por ellos…

Ser miembro de una familia numerosa, y que entre cada uno de los hermanos haya uno o dos años de diferencia, hizo que fácilmente en la infancia nos lo pasáramos francamente muy bien. No sé si en el recreo del colegio me divertí tanto como con mis hermanos y primos. Ser muchos niños daba a cada día, pero particularmente a las fiestas un ritmo, una marcha y una dinámica que difícilmente se olvidan.

No sé si son los cuarenta y un años, y que me voy “haciendo vieja”, o las fechas, pero vienen a mi memoria muchos recuerdos familiares que me llenan de agradecimiento y me renuevan en la fe que recibí y que libremente asumo con gozo cada día.

Recuerdo la noche de Navidad en la que pedíamos al Niño Jesús lo que deseábamos, y la del cinco de enero en la que los Reyes nos traían golosinas. Siempre supimos que uno y otros eran nuestros padres. Mi madre era de la idea que debía educarnos en la verdad, y que ni siquiera en eso nos diría una “mentira”. Esto no quitaba magia ni ilusión a nuestros sueños y deseos, y debo confesar que a pesar de nuestros esfuerzos, nunca lográbamos pescarlos en el momento de poner los regalos en el árbol de Navidad o las golosinas junto a los zapatos.

Cada año, la noche de Reyes mi padrino, que era el tío soltero, nos contaba historias o recitaba poesías, la mayoría salidas de su pluma en la que los protagonistas éramos nosotros mismos. Pero había una muy especial que era de Héctor Gagliardi, y que siempre le pedíamos nos la recitara “otra vez”. Nos encandilaba. Y a ella debo mis primeros recuerdos de “sentimientos de solidaridad” con todos los niños del mundo. El tío Francis –así se llamaba- decía que no creía, o que era agnóstico, pero él sabía, -y en el fondo se alegraba- de que esta poesía nos hicía orar y acordarnos de otros niños con menos suerte que nosotros.

Esta noche, aunque es un poco larga, os la ofrezco de memoria, y deseo que pueda suscitar en vuestros corazones “algo” de lo que despertaba en mi corazón de niña. Era para mí, una forma de vivir en la verdad en la que mi madre quería educarnos y que siempre agradecí. Eso no quita que me encanta y disfruto mucho cuando veo a los niños pequeños esperar con ilusión la llegada de los Reyes Magos cuando ni por asomo se imaginan que éstos en realidad son sus padres.

Bien, os la transcribo como un regalo de Reyes, deseando que sea también una “epifanía”, una manifestación de Dios en vuestros corazones.

-¡Si vos no te portas bien,
le digo a los Reyes Magos
que te dejen sin regalo
y te quedas sin el tren!...
Es que mi vieja, también,
un poco se aprovechaba...
¡porque esa noche llegaban
los tres Reyes de Belén!

La carta la había mandado
sin faltas de ortografía,
así los reyes veían
que yo era un chico aplicado.
Hice todos los mandados,
¡hasta me lave hasta las orejas!,
porque ese día mi vieja
me tenia acorralado

La luna hacia brillar
el lustre de mis zapatos,
y si ellos fueran chicatos
¿quien les podía avisar?
Por eso al irme a acostar,
puse la almohada a los pies
y me acosté del revés
para poder
vigilar...

Y en lo mejor de la noche,
¡Cuando mas lo precisaba
me vengo a quedar dormido!
Me desperté a los maullidos
del gato de la encargada...
Ya entraba la madrugada
de un radiante seis de Enero,
y un trencito, el más disquero,
del umbral me saludaba...

Lo habían dejado de frente
ya listo para marchar,
con él me iba a despertar
a mi madre alegremente
¡Que alegría que uno siente!
-explicarlo yo no puedo-
¡unas ganas de ser bueno,
de ser bueno hasta la muerte!

Al que dejaron sin nada
fue al hijo de la de al lado...
¡Como se habrían olvidado!
Siempre “muy bueno" sacaba...
Con nosotros no jugaba
porque en seguida tosía,
y los reyes no sabían
que su padre no trabajaba...

Yo comprendí su dolor
cuando me vio con el tren:
se acercó a mirarlo bien
y después lo acaricio....
A mi me daba calor
de que me viera jugar
y lo invité a entrar
y él también se divirtió.•

¡Cuantos Reyes han pasado
por la puerta de mi vida.
y a mi alma dolorida
cuantas veces la he dejado
como un zapato gastado
esperando a su Melchor
que le tarjera un poco de amor
para un mundo envenenado!

Esta noche por los cielos
llegarán los Reyes Magos;
vendrán trayendo regalos
a los chicos que son buenos,
pero hay otros pibes buenos
en otro lado de la tierra,
que por culpa de una guerra..
¡no verán pasar a los camellos!

Señor: yo aprendí a rezar
arrodillado con mi vieja;
si nunca te fui con quejas
hoy me tienes que escuchar:
¿Por qué tienen que pagar
esos pibes inocentes.
de que en el mundo haya gente
que sólo piensa en matar?

Ellos ¿qué saben de guerras?...
¡ellos quieren Reyes Magos!
¡y ellos, en vez de regalos
tienen un miedo que aterra!
Si vos pararas la guerra,
pasarían los camellos.
¡Yo te lo pido por ellos!
¡por los pibes de mi tierra!

Que en el año que estamos estrenando todos los “pibes” los de mi tierra, y los del mundo, puedan gozar de la paz y el amor, y puedan crecer, como el hijo de María y José, como Jesús: en estatura, en sabiduría y en gracias.

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