Tenemos vocación de inútiles

La navidad está a la puerta y la esperanza palpita con tozuda urgencia al ritmo de las horas y de los acontecimientos. Algo se desmorona y todo hace presagiar que se avecinan tiempos recios en los que la austeridad se impondrá y en la que no nos quedará más remedio que ser solidarios y compartir lo que somos y tenemos, sintiéndonos corresponsables de la suerte y la desgracia de los otros, si es que de verdad queremos gozar de una paz social.

Sin duda se avecinan tiempos –ya los estamos viviendo- en los que habrá que discernir qué es lo esencial y cuáles son las necesidades que nos hemos ido creando de las que tendremos que prescindir.

La famosa crisis que padecemos continua fabricando nuevas y viejas formas de pobres y pobrezas y sigue vulnerando el derecho de las personas a vivir con dignidad. Cada día son más los que alentando la ilusión de una oportunidad, se encuentran con las puertas cerradas y se sienten condenados a la intemperie de la soledad y el abandono en un invierno que promete ser crudo y amargo, con un frío que congelará las lágrimas de los que hartos de llorar, sienten la tentación de tirar la toalla y retirarse de la carrera de la vida.

Quien tuvo en sus manos la posibilidad de tomar medidas a tiempo para evitar el batacazo que padecemos, cerró los ojos y miró para otro lado cuando se hablaba de la crisis, por si alguien le señalaba como culpable de lo que en realidad era global. Y así se nos entretuvo hablando de desaceleración económica, de pequeño bache, etc., mientras se nos distraía con medidas populistas que lo que hicieron fue agilizar el vaciamiento de las arcas del Estado en lugar de promover la creación de empleo. Y viviendo en una burbuja, ajenos a la realidad que se nos avecinaba, nos enrolamos en las espiral del consumo frenético de la sociedad del bienestar, hipotecando el presente, el futuro, y la esperanza.

Las filas de los pobres y excluidos, de los parados que quieren trabajar, aumenta sin cesar, y a aquellos a los que se les agotó el paro y viven de 426€ de ayuda, se les anuncia que en febrero no tendrán ni eso y tendrán que buscarse la vida y cómo sobrevivir para no malmorir.

Quisiera tener esperanza, pero confieso que a veces me atenaza el miedo. Imagino miles y miles de pisos vacíos por la imposibilidad de pagar los alquileres, y a familias enteras poblando los diferentes rincones es de las calles o los bajos de algún puente para tener algo de intimidad, aunque sea en la más absoluta inseguridad. Y todos y cada uno, hombres y mujeres, conciudadanos y vecinos nuestros de este primer mundo civilizado, seguirán teniendo necesidad de comer, de tener acceso a la higiene, a la salud, a la educación, mientras están siendo expulsados de la sociedad.

Y en medio de todo esto la liturgia del adviento nos invita a la esperanza. Toda ella viene ella preñada de promesas de vida y nos recuerda por boca del Profeta, que Dios consuela y nos invita a consolar a su Pueblo; que Él quiere poner su tienda en nuestra historia y que se compadece de sus criaturas.

Y para culminar, la noche de Navidad veremos a María y a José sin tener posada, y con ellos al Hijo de Dios, poniendo su tienda entre los que nada tienen, compartiendo la suerte y la desgracia de los humanos. Y también, en medio de una noche fría se nos anunciará una Buena Noticia de parte de Dios: “Que nos ha nacido un Salvador”. Y todos adoraremos el misterio de Dios que entra hasta el fondo de nuestras miserias. Y con la imagen de un niño vulnerable, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, tendremos la certeza de que por encima de todo, Dios está con nosotros y que todo acabará bien.

Termino con un diálogo de unos jóvenes voluntarios de la Plataforma de Alimentos de la Fundación Rosa Oriol, al acabar una dura tarde de trabajo entregando alimento y acogiendo a la gente. Uno dijo: Es muy fuerte lo que va a pasar cuando retiren los 426€, tenemos que trabajar duro para conseguir medios y poder ayudar. Otro comentó: - Ahora somos necesarios, tenemos que unirnos para buscar una salida. Y finalmente una de las chicas dijo: -Sí, tenemos que hacer todo lo posible, sabiendo que nuestra vocación es llegar a ser inútiles, ¡porque nadie necesite nuestra ayuda!

En esta Navidad renuevo mi deseo de llegar a ser, en este sentido, una inútil total, y la esperanza de que los cálculos de los economistas fallen, y que el 2011 sea un año de nuevas oportunidades, un tiempo para construir con esperanza.
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