Carta pastoral denuncia duras condiciones en Michoacán Coronavirus, “cortina de humo” que oculta males peores: Obispo de Apatzingán

Coronavirus, “cortina de humo” que oculta males peores: Obispo de Apatzingán
Coronavirus, “cortina de humo” que oculta males peores: Obispo de Apatzingán

Bloqueos, acribillamientos, derecho de piso, secuestros, asesinatos, control de la economía, grupos armados asolan región de tierra caliente.

Hay más sufrimiento por otros virus: Indiferencia, corrupción, inseguridad, violencia.

“Al pueblo lo percibo abandonado a su suerte, como ciervo herido entre hienas”

La suerte de varias zonas del país no parece variar aun cuando el coronavirus está extendido obligando prácticamente a una reducción de actividades y de la cuarentena que, para muchos, no parece ser una cuestión de contagios, pero sí de vida o muerte. Con la violencia repuntando y los grupos del crimen organizado que parecen inmunes a la enfermedad, México prácticamente vive una inestabilidad en materia de seguridad pública sin que haya solución inmediata, ahora agudizada por la pobreza en tiempos de la pandemia.

La denuncia del IV obispo de Apatzingán, Mons. Cristóbal Ascencio García, es una de las muchas que se han dado en torno a la seria problemática de seguridad en esa parte del Estado de Michoacán en el occidente de México. El 14 de mayo, una firme Carta Pastoral vino a cuestionar esta realidad paralela que no ha visto la paz en mucho tiempo y de que hay otros virus más letales que el coronavirus.

La región de tierra caliente, Michoacán, ha sido de especial atención por la desmedida violencia y ataques sufridos en contra de la población que ha soportado amagos, secuestros, desplazamientos y homicidios sin que las autoridades hayan acertado en los métodos para conseguir una presencia efectiva que fortalezca el estado de derecho y erradique el vacío institucional.

El III obispo de Apatzingán, el desaparecido Miguel Patiño Velázquez, denunció el quebrantamiento del poder público al decir que Michoacán era estado fallido. La famosa Carta Pastoral “Hagamos de Michoacán un Estado de Derecho”, del 15 de octubre de 2013, denunciaba con energía: “ Nuestro pueblo de Michoacán tiene años sufriendo las injusticias del crimen organizado, que se han recrudecido en los últimos meses. Han aumentado los levantones, los secuestros, los asesinatos, el cobro de cuotas se ha generalizado y familias enteras han tenido que emigrar por el miedo y la inseguridad que se está viviendo. En los últimos días se está obligando a líderes sociales y a las personas en general para que firmen y pidan que el Ejército y los federales se vayan de Michoacán, y a los comisariados ejidales se les ha amenazado para que vayan ante el Congreso de la Unión a hacer la misma petición”. Posteriormente, a través de una carta pastoral de 15 de enero de 2014, el prelado exigió parar a la “máquina asesina” que estaba diezmando la vida de los michoacanos. A la vez exponía el descrédito en el que habían caído ejército y gobierno “porque en lugar de perseguir a los criminales han agredido a las personas que se defienden de ellos”. Y preguntaba: “¿No han comprendido que nos encontramos en un “Estado de necesidad?” La publicación de la carta de octubre del obispo emérito de Apatzingán y dos actos más enardecieron a los grupos rivales y políticos mismos: la entronización de la Virgen María, Reina de la Paz, el 31 de octubre de 2013, donde se rogó por una vida pacífica y libre de violencia y una homilía del 3 de noviembre del mismo año donde el prelado invitó a los fieles a entregar el nombre de los difuntos caídos entre los que se encuentran algunos sacerdotes diocesanos. Algunos informativos magnificaron estas notas y para el lunes 4 de noviembre se habló de un presunto ataque frustrado contra el obispo quien sería custodiado en instalaciones militares, noticia también detonada por la ocupación del puerto de Lázaro Cárdenas por fuerzas armadas y federales a fin de asestar un golpe contundente al corazón financiero del crimen.

Tras la aceptación de la renuncia del obispo Patiño, Cristóbal Ascencio García, párroco de san Francisco de Asís en Tepatitlán, Jalisco, fue electo a la cátedra de la tierra caliente michoacana. En una entrevista concedida a RD en noviembre de 2014, el actual obispo tenía en cuenta la delicada situación de seguridad y violencia de la diócesis. En esa ocasión reconoció la acción pastoral de Mons. Patiño al afirmar su valentía consciente del grave compromiso que heredó: Recuerdo la noticia y la carta, muy valiente, que hizo mi antecesor. Gracias a la carta se puso atención a esta parte del Pueblo de Dios. Desde luego habrá que tenerla en cuenta y seguir, de alguna manera, haciendo alusión a ella. Eso es lo que surge del corazón del Buen Pastor, hacer, describir y decir, estoy convencido, será para bien y si es una confrontación, a quien sea.

Desde su instalación en Apatzingán, Mons. Ascencio no la ha tenido fácil. Incluso padeció en carne propia esta cruda situación. En diciembre de 2018 sufrió un asalto a punta de pistola cuando desconocidos le robaron su camioneta en las cercanías de una ranchería. El vehículo fue localizado en Sonora, a casi 1500 km de distancia. A través de un comunicado, hizo un estéril llamado a las autoridades para detener la inseguridad, “Mi mayor preocupación ahora es que esto va en crecimiento, cada día más hermanos sufren esto… debe de haber alguna forma de parar esta máquina destructora de la paz y la seguridad”.

A esa “maquina destructora” le asestó un duro extrañamiento. En abril de 2019, en una carta titulada "Denuncia a mi pueblo sus delitos", urgió a las autoridades detener la violencia que tocó a la parroquia de san José de Chila cuando el atrio del templo se convirtió en campo de batalla. El obispo denunció el repunte de “enfrentamientos en diferentes comunidades, causando pánico y haciendo que muchos de los habitantes se conviertan en desplazados, algunas de estas pequeñas comunidades se han quedado prácticamente sin familias, dentro de un mismo municipio las personas no pueden ir de una comunidad a otra, hay robo de vehículos con violencia, asesinatos, amenazas y hasta quema de viviendas”. Sin embargo, a pesar de los acercamientos y encuentros con autoridades, la situación aminoró momentáneamente hasta que de nuevo padeció las convulsiones de la violencia.

Un año después, en mayo de 2020, una nueva carta pastoral dirigida a todos los fieles católicos y personas de buena voluntad en Apatzingán, contrasta la pandemia con los males que no dejan a tierra caliente. Para el obispo, la lucha contra el coronavirus logró la unidad del mundo, pero el pueblo “sufre más por otros virus, que se han venido añejando como son: la indiferencia, la corrupción, la inseguridad, la violencia, la impunidad, el cobro de piso, los secuestros, las pugnas de cárteles por los territorios, la quema de vehículos, etc. Son virus tan conocidos como forzosamente aceptados, pareciera que tampoco hay vacunas contra éstos. Las personas de esta diócesis siguen soportando el flagelo de esos virus letales que han sido opacados por políticas que los han ignorado”.  

La carta repasa tremendos hechos que difícilmente serán conocidos por no abordarse en los grandes titulares noticiosos. Apatzingán es tierra de nadie y sin ley. El coronavirus se “alza como una cortina de humo” impidiendo una visión clara de los demás virus que “matan más personas que el mismo coronavirus”, pero a diferencia de la pandemia mundial de la cual no se conoce cura, el diagnóstico del obispo tiene causas que podrían remediarse. Poder y control de grupos específicos que podría acabarse con el mínimo de voluntad y decisión para que impere el Estado de Derecho. Basta hacer un repaso de los hechos descritos por el obispo en ese documento: “Hay dolor palpable en las personas que han tenido que abandonar sus lugares, sus pueblos”… cuando sufre multihomicidos, desplazamientos, saqueos, control de recursos, levantados, secuestros… El “quédate en casa” se vive de forma relativa”. Sin embargo, más dramático es el llamado que ya parece ser estéril, “por desgracia nunca he visto una respuesta eficiente”.

Para Mons. Cristóbal Ascencio García, los virus sociales prevalecen y siguen enfermando y asesinado a toda la comunidad. “En nombre de este pueblo les suplico que así como se le está poniendo empeño a erradicar esta pandemia, así o más se tomara la decisión firme de erradicar los demás virus sociales que no podemos negar matan más personas que el Covid-19”. Mientras tanto, Apatzingán, como otras muchas regiones de México, el coronavirus parece un juego cuando miles siguen padeciendo. Ante la violencia, como afirma el obispo de Apatzingán, la vida es un don precioso que debe cuidarse con elementos igual de valiosos que una vacuna contra el coronavirus y que parecen de sentido común al alcance de la mano y de la voluntad de los implicados: Justicia, paz y reconciliación.

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