Editorial CCM Obispos ante la violencia feroz

Obispos ante la violencia feroz
Obispos ante la violencia feroz

Esta perspectiva es diametralmente opuesta a la de AMLO con la tímida y dilatada entrega de la cartilla moral por iglesias evangélicas. Para los obispos, la reflexión ética pasa por el tamiz del único catálogo válido, el de la revelación divina y los diez mandamientos. “No robarás, no mentirás, no matarás… La moral tiene por fundamento la Ley de Dios y nos ha encomendado muchas cosas y hay que trabajar con los jóvenes y las familias, no mentir, no robar, no matar” diría el presidente de la CEM.

La 108 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano, del 11 al 15 de noviembre, quizá sea de las más delicadas al representar un punto de quiebre en el futuro de la evangelización de México. Los obispos hacen notar la compleja situación del país a casi un año del inicio de la administración de López Obrador. En noviembre de 2018, la inminente asunción de AMLO abría expectativas para devolver a los mexicanos la ansiada tranquilidad. La Iglesia católica fue llamada a integrarse a los diálogos para el restablecimiento de la paz y la seguridad. Carlos Garfias Merlos, vicepresidente de la CEM, era comisionado para llevar a cabo los más amplios acercamientos con el gobierno electo y aunque las promesas parecían albergar renovadas esperanzas, la situación pareció aletargarse hasta el punto de la parálisis.

La Iglesia católica mantuvo apertura y disposición para colaborar; sin embargo, la situación empeoró quizá por la unilateralidad de la estrategia de seguridad pública. El presidente de los obispos, Rogelio Cabrera López, expresó las preocupaciones de los prelados contrastando con el discurso del presidente López Obrador: Pobreza creciente que no parece descender, imparable corrupción económica y del ejercicio de la autoridad y la violencia feroz contra millones de mexicanos.

Cabrera López no duda en apuntar sobre el ánimo de la ciudadanía respecto del gobierno de AMLO. Tras el desastre de Culiacán y la masacre de los Le Barón, el episcopado mantiene el pulso del ánimo de los mexicanos: “Desconfianza”, sentenciaría el arzobispo de Monterrey, que ha debilitado a la autoridad incapaz de fortalecer la seguridad insistiendo, además, en la propuesta de la Iglesia mexicana para tomar la iniciativa de paz y madurar la propuesta ética que ayude a México a salir de este tremendo atolladero.

Esta perspectiva es diametralmente opuesta a la de AMLO con la tímida y dilatada entrega de la cartilla moral por iglesias evangélicas. Para los obispos, la reflexión ética pasa por el tamiz del único catálogo válido, el de la revelación divina y los diez mandamientos. “No robarás, no mentirás, no matarás… La moral tiene por fundamento la Ley de Dios y nos ha encomendado muchas cosas y hay que trabajar con los jóvenes y las familias, no mentir, no robar, no matar” diría el presidente de la CEM.

Este tiempo tiene un punto de inflexión y de quiebre. La Iglesia debe hacer un papel fundamental y protagónico llevándole a conjuntar sus fuerzas y experiencia de manera organizada con la sociedad civil. Su capacidad profética le legitima en la denuncia de lo que está mal y debe ser corregido antes de que esto sea prácticamente irreversible. El cónclave de los obispos de México debe estar a la altura para decir al gobierno que “no puede estar solo”.

El secretario de la CEM, Alfonso Miranda Guardiola, lo resumía en el engarzamiento de capacidades y fuerzas de la Iglesia para abonar en el resarcimiento del tejido social. Una Iglesia que camine en la esperanza, sin importar que esté accidentada. Por ello, no se puede perder más tiempo porque ahora, cada momento, es vital en el destino de México. Esto cobra mayor sentido cuando la próxima asamblea de los obispos centre sus esfuerzos en lo que es la gran apuesta que revitalizaría la evangelización y redundaría en el restablecimiento de la paz ante la cruda violencia, el Proyecto Global de Pastoral, PGP 2031-2033.

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