Hoy festividad de San Matías doy un giro a esta elección, pues como en otras veces el narrador dice “eran cinco mil sin contar a mujeres ni a niños”, al menos esa vez te nombró. Pero ahora ni siquiera te mencionan.

Así, te excluyeron de participar en el sorteo, te cerraban el paso a ocupar el lugar de Judas. Solo pedían dos condiciones: ser testigo de la resurrección y haber acompañado al Maestro desde el bautismo hasta la Ascensión.

Para ellos no contaba que hubieses empujado a Jesús en Caná a transformar el agua en vino, para la alegría de los novios. Tampoco valía que le mojases los pies con el perfume y se los secases con tus cabellos, mientras ellos discutían quien sería el primero. Escandalizados debieron quedar cuando fuiste capaz de cambiar la opinión al Maestro, tu amor de madre hizo que dijeras las palabras exactas: “También los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños” (Mc 7, 34). Ellos descubrieron tu pecado en público, condenándote a morir apedreada, mientras Jesús te perdonaba.

De nada sirvió reconocerle como el Hijo de Dios y creer en él antes de que resucitará a tu hermano Lázaro. Pero a Pedro, si le valió proclamar que Jesús era el Hijo de Dios, ser el primero de una larga lista de representantes de Cristo en la tierra.

Pero no pudieron evitar que tu nombre quedase perpetuado para siempre, fuiste la primera en ver al Resucitado. Gracias a ti, ellos superaron el miedo y salieron a buscarlo.

Echaron suertes y tu nombre no estaba entre los candidatos.

Pues yo te escojo a ti, porque te mantuviste fiel ANUNCIANDO y VIVIENDO el Reino de Dios. Comprendiste que solo a las personas sencillas se les ha sido revelado conocer al Padre por medio de su Hijo (Mt 11,25).