"Yo, si se me permite, añadiría al tríptico: reza, trabaja y estudia, la palabra, ama a tu hermano" San Benito y su mínima Regla

La Regla de San Benito, que San Gregorio Magno, contemporáneo suyo, calificó como clara en su exposición y llena de equilibrio y moderación, sigue siendo un motivo de inspiración no solo para los monjes sino también para laicos y profesionales. Sus perlas evangélicas y su humanitas sirven para todos en sus relaciones humanas
Además ha tenido tanta influencia en la historia del cristianismo occidental y en el mismo desarrollo de los pueblos europeos que conocerla es lo mínimo que se puede pedir a quien quiera saber un poco de historia y espiritualidad
La figura de San Benito como patrono de Europa creo que queda un poco alejada del común de los mortales. ¿Un monje del siglo VI qué puede decir a nuestro tiempo?
Cuento, con su permiso, algo de mi experiencia con San Benito por si alguien le puede servir.
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Tenía yo unos 23 años cuando el P. Maestro de Novicios del monasterio me dio a leer la Regla de San Benito. Me dijo: “esta es la Regla de vida que seguimos”. Yo, recién llegado al monasterio para hacer una experiencia con los monjes, tomé ese libro como oro en paño. Al principio me sorprendió su tamaño, un libro más bien pequeño en páginas y en formato, apenas de unos 10 centímetros. Y lo empecé a leer con el anhelo de quien quiere conocer mejor lo que es la vida monástica. Pero a medida que pasaba las páginas, aquel librito se me hacía cada vez más antipático y su autor poco amigable. Allí se hablaba de pegar a los monjes, de que nadie se ría en el monasterio, de que el abad revise las camas de los monjes por si esconden algo… En fin, llegué a la conclusión de que -¡gracias a Dios!- aquello no era lo que vivían los monjes de la comunidad donde estaba. Allí todos se trataban con respecto, eran personas alegres y risueñas, algunos hablaban más de la cuenta, eran muy poco cotillas…

Después de esta impresión inicial que en mi caso duró mucho, poco a poco, con el tiempo, la lectura de libros explicativos, la ayuda de personas eruditas, me fui dando cuenta de que esa Regla era todo un programa de vida. Que había que leerla en su contexto, que tenía muchísimas perlas de vida evangélica encerradas en sus páginas, que era ecuánime y humilde. ¡Sobre todo humilde! No en vano el capítulo de la Regla de San Benito más largo es el dedicado a la humildad. Y la Regla cumple la primera aquello que predica a los demás. Por eso San Benito no tiene reparo en decir al acabarla que aquello no es más que una mínima Regla para que tengamos algún comienzo de vida monástica. ¡Qué bello! ¡Un libro que no solo predica la humildad sino que se considera a sí mismo poca cosa!
En su humildad ha dado espacio a su propia interpretación, a ser amoldada a cada circunstancia, a preservar la esencia y a no dar tanta importancia a lo secundario
Pero la humildad de la Regla ha hecho que haya perdurado durante 16 siglos. Algún erudito benedictino ha dicho que si la Regla ha perdurado tanto tiempo es porque nunca se ha cumplido al pie de la letra. En su humildad ha dado espacio a su propia interpretación, a ser amoldada a cada circunstancia, a preservar la esencia y a no dar tanta importancia a lo secundario, a dejar que sean otros los importantes, tanto los que vinieron antes como los que llegarían después.
En su humildad, San Benito no dio una última mano a su Regla, no la cuadró según el procedimiento lógico para escribir un libro. De hecho parece que fue añadiendo capítulos y corrigiendo otros a medida que su experiencia se lo indicaba. Y esto nos hace ver un poco su mismo camino de vida interior. Algún entendido en la Regla ha dicho que había que leerla al revés, empezando por el último capítulo y terminando por el primero, porque así veríamos cómo la experiencia espiritual de San Benito se ha enriquecido con los años y la cierta aspereza que parece dominar al principio va dejando paso a una magnanimidad, compasión y amor fraterno preciosos.

La Regla de San Benito, que San Gregorio Magno, contemporáneo suyo, calificó como clara en su exposición y llena de equilibrio y moderación, sigue siendo un motivo de inspiración no solo para los monjes sino también para laicos y profesionales. Sus perlas evangélicas y su humanitas sirven para todos en sus relaciones humanas. Además ha tenido tanta influencia en la historia del cristianismo occidental y en el mismo desarrollo de los pueblos europeos que conocerla es lo mínimo que se puede pedir a quien quiera saber un poco de historia y espiritualidad.
La Regla de San Benito se ha resumido en el famoso lema: reza y trabaja. Sí, es así. Hoy algunos han añadido a este díptico también, estudia. Sí, la vida de un monje es la de todo cristiano en definitiva: reza y trabaja para que el Reino de Dios se extienda en tu corazón y por el mundo entero. De hecho, San Basilio Magno, un gran monje y obispo, del que San Benito se siente deudor, dice que los monjes no tienen otro nombre ni otra dignidad que la de cristianos.
Yo, si se me permite, añadiría al tríptico: reza, trabaja y estudia, la palabra, ama a tu hermano. Es lo que San Benito prima al final de su Regla cuando nos dice: “ámense los hermanos unos a otros con el amor más ferviente; tolérense sus debilidades tanto físicas como morales con suma paciencia”.
Que Dios nos ayude a ello.
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