Somos el talento de Dios ¿Cuál es el “talento” de la iglesia?

He desarrollado con cierta extensión (RD 12.11.20) la parábola de los talentos (Mt 24, 14-30), en la línea de mi comentario del evangelio de Mateo. Ahora dejo ese motivo expongo en otro plano esta misma parábola en la línea del Talento de Dios y de Iglesia:

La riqueza o talento del hombre está en descubrir, contar, compartir y celebrar esa riqueza del Dios talento de la vida humana.

El lugar del "talento" o tesoro de Dios en la historia de los hombres debería ser la Iglesia.  Pero muchos encuentran aquí dificultades, de manera que es preciso replantear el tema.

La Parabola de Los Talentos | Predicas de Marcos Witt

1. RIQUEZA O TALENTO DEL HOMBRE ES DIOS. NO SE TRATA DE TENER TALENTOS, SINO DE SER TALENTO PARA LOS DEMÁS

 1. Cristiano: un hombre o mujer que se interesa por el tesoro de Dios. A diferencia de las religiones del Oriente, más centradas en el descubrimiento de la sacralidad interior, el cristianismo tiene una identidad histórica. Ciertamente, como he dicho, el talento o tesoro de los cristinos es Dios. Pero evangelio o talento de Dios no se puede demostrar sino contar, porque está vinculada a la historia de Jesús, al despliegue y valor de su persona. En esa línea, la esencia del cristianismo es el recuerdo de Jesús, celebrado como fiesta de la vida, en los signos del pan y vino compartido.

Un hombre o mujer de “talento cristiano” es el que saber escuchar y contar la historia de la vida y de las obras de Jesús al servicio de los demás, como sabía, desde su perspectiva, San Ignacio de Loyola cuando puso en el centro de sus ejercicios espirituales el descubrimiento de los diversos momentos de la historia de Jesús. Ésta no puede ser una historia que me cuentan otros, sino que yo mismo voy descubriendo, dejando que Jesús me enseñe, en las nuevas circunstancias de la vida. Frente a toda imposición externa, frente a toda norma que me dicen y repiten desde fuera, el “talento” de la vida cristiana es en “mi encuentro” con Jesús, en diálogo de libertad con unos hermanos.

 2. El tesoro del talento, una alegría, una buena nueva. Antes de pedirnos o exigirnos nada, el evangelio de Jesús nos dice que Dios es don de amor: saber gozar, saber celebrar. Dijo F. Nietzsche que el evangelio de los «sacerdotes» de su tiempo no podía ser verdadero, porque no sabían celebrar, ni dejaban celebrar a los demás. Ellos habían convertido la religión en un canto de muerte y en un medio de imposición. Por eso quería que los sacerdotes (es decir, los hombres y mujeres espirituales) pudieran mostrarse «desnudos y gozosos», sin represiones, sin miedos, sin imposiciones. Parte de la espiritualidad cristiana ha sido un ejercicio de represiones, una tabla de prohibiciones. Frente a eso, el verdadero talento de la vida cristiana es una escuela y ejercicio de gozo. Quizá el mayor problema del mundo actual es que tiene dificultad en celebrar la vida, de un modo intenso, gratuito, solidario.  

La isla del tesoro | Revista Godot

3. Experiencia de transformación, el talento cristiano es un compromiso. La gracia cristiana se expresa y expande en forma de «nuevo nacimiento» (bautismo). Los cristianos se descubren renacidos por Jesús para el amor, para la gratuidad compartida. Ciertamente, ellos saben que el “talento del Dios de Jesús” se expresa en la vida de los hombres. Pero, al mismo tiempo, ellos han descubierto un nivel más alto de comunicación, fundada en Cristo, una comunicación que supera las limitaciones de la violencia organizada (ojo por ojo) del sistema económico y social dominante. De esa manera, ellos descubren y cultivan eso que pudiéramos llamar un «plus» de la gratuidad, no para encerrarse en un mundo superior de ensoñaciones intimistas o de justificaciones egoístas, sino para volver con toda fuerza a «las cosas del César», con el fin de transformarlas con un amor iluminado, intenso, provocador e inteligente.

 4. El talento de Dios es la comunión universal de vida, desde los más pequeños. El cristianismo no euna conquista violento, sino un don de amor gratuitamente recibido compartido. Por eso, puede y debe expresarse en formas y caminos de gracoa, al servicio de la libertad y la felicidad de todos y de la transformación de los expulsados de la sociedad, de los más necesitados. Los cristianos saben, por un lado, que Dios es Amor (que es pura gratuidad, punto canto y baile de la vida); pero, al mismo tiempo, ellos saben que Dios ha ofrecido ese amor a los más necesitados: marginado y pobres, pecadores y enfermos, oprimidos y excluidos...

Ellos saben que Dios (el Cristo de Dios) no ha venido a crear en el monte Sión o en el Tabor una escuela de contemplación para «retirados del mundo», sino que ha subido con el impuso de su oración hasta Jerusalén, para abrir el templo sagrado, a fin de que pudiera ser «casa de encuentro» en justicia para todos los pueblos. Precisamente por eso le han matado: porque ha querido crear unos espacios de oración universal, una espiritualidad para todos. Por encima de todo sistema que organiza la vida desde arriba o desde fuera, el cristianismo sabe los pobres y expulsados son signo del Cristo (cf. Mt 25, 31-46).

 5. Servicio mutuo y de comunión de gozo universal. El cristianismo no ha sido ni puede ser una vivencia interior, que cada creyente cultiva por sí mismo, en forma intimista, sino que se expresa en «iglesias» concretas, es decir, en comunidades que comparten el amor y la tarea de la vida, en gesto de gozo y servicio, de vida compartida. Por eso, a fin de abrir un espacio de oración y fiesta para todos los hombres y mujeres (como quiso Jesús “limpiando” el templo de Jerusalén), los cristianos han de ser capaces de crear espacios de comunión, en amor mutuo, en servicio siempre universal, siempre concreto. Por eso, la espiritualidad cristiana ha de tener un momento de encuentro y de comunicación mutua.

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El talento de Dios se hace así talento y riqueza de vida compartida entre los hombres y mujeres de la tierra. Hacer producir ese talento no consiste en servir a una Iglesia sacralizada, que corre el riesgo de cerrarse en sí misma, sino en servirse y amarse, gozarse unos a otros, en comunión de vida, desde aquellos que parecen tener menos.  Jesús invierte así la lógica de la “abundancia” (los que más tienen son los que mas deben hacer…). No tiene más talentos para compartir quien más riquezas tiene, sino el que se da del todo, haciendo que su vida entera sea “talento” para los demás.

 2. EL TALENTO DE LA IGLESIA:

Leyendo lo anterior, alguien podrá decir que todo parecido con cierta Iglesia más institucional es pura coincidencia… Muchos empiezan a  pensar que el cristianismo como iglesia ya ha pasado, es pura reliquia, nostálgica, molesta y quizá insignificante.  Pues bien, en contra de eso, me atrevo a decir que el talento (riqueza de Dios en el mundo) puede y debe centrarse en una iglesia.

 1. Una iglesia que no es “talento” de Dios. Creo que cierto cristianismo institucional está desapareciendo en occidente, y me alegro de ello. Todos los esfuerzos por conservarlo me parecen no sólo inútiles (la racionalidad secular avanza), sino contrarios al evangelio. Cayó para bien el viejo templo de Jerusalén, con sus sacerdotes. Deberá terminar de caer un nuevo templo de sacralidad jerárquica que nosotros mismos (los cristianos) hemos edificado o aceptado después, un tipo de jerarquía que dice tener el encargo de servir desde arriba (en forma de buena dictadura) al resto de los fieles.

En ese contexto, quiero añadir que debe acabar un tipo de organización clerical, para bien de todos (incluso de un tipo de clérigos). Es hora de que se transforme una forma de iglesia, para que surja de nuevo (Ecclesia semper reformanda) la comunión de los seguidores de Jesús, capaces de vivir en autonomía y comunión cristiana. Sólo así, por encima de toda organización, que es siempre provisional, podremos mostrar el valor del evangelio y de la verdadera iglesia, que entendemos en forma de comunión inmediata y directa de personas.

La única mediación de Dios (el único tesoro-talento de Jesús) son las personas, que se gozan y sirven mutuamente, que se encuentran y comparten la existencia, en torno a la Palabra Común y al Pan Compartido de Cristo. La iglesia no es una institución para defender o propagar unos valores sagrados, que sólo ella conocería, sino la expresión visible y la concreción histórica de la comunidad fraterna que brota del evangelio.  

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 2. La iglesia está llamada a ser “talento” de Dios en formas concretas de vida y organización en forma de servicio mutuo y celebración gozosa de la vida superando de esa forma el riesgo de la dictadura de un sistema o del poder impersonal de las instituciones modernas, allí donde se cierran en sí mismas (capitalismo, burocracia). La iglesia misma es la expresión visible del Espíritu Santo; por eso decimos que es «una, santa, católica y apostólica».

Ella no quiere ni puede tomar el poder civil (económico, administrativo), pero tampoco encerrarse en las conciencias individuales, sino encarnar, en nombre de Cristo, la experiencia de una comunicación gratuita entre todos los humanos. Así ha de hacerlo, no por ley nacional (cierto judaísmo), ni por sumisión a Dios (cierto Islam), sino en formas de comunión concreta que se van abriendo a todos los humanos. Este es su reto, esta su tarea. De esa manera, la espiritualidad cristiana ha de expresarse en el surgimiento de una iglesia distinta, conforme al deseo de Jesús, que era lograr que la «casa de Dios» (el encuentro con Dios) se expresara en el surgimiento de una casa de oración (es decir, de encuentro y Comunicacion) entre todos los hombres.

 3. Este talento de la iglesia en la historia concreta de los hombres y mujeres de este tiempo, pero, al mismo tiempo, lo trasciende. La iglesia no es negocio, no se compra y vende... No tiene gente con más “talentos” (papa, obispos, ministros ordenados…), sino que su talento es la comunión. No hay en la iglesia más riqueza que la “gente” (el pueblo, los pobres, los excluidos, todos…),  en esperanza de resurrección, en libertad y amor, que se expresa en forma de servicio a todos, empezando por los más pobres.

El gran reto y problema de nuestro tiempo es un tipo globalidad, que impone sobre toda su ideología mercantil, al servicio del poder de algunos poderosos y del orden de algunos que identifican la paz con la imposición de sus propios estados políticos y/o sistemas sociales. Nos hallamos ante una globalización que puede convertirse en esclavitud para muchos, en cautiverio para casi todos, al servicio del mismo sistema.

Pues bien, en contra de eso el talento compartido de Cristo tiene que mantener despiertos a los hombres y mujeres, para que no les domine el sistema, para que su  valor supremo sean las personas, en solidaridad concreta y universal, en justicia amorosa y fuerte. En ese sentido, el modelo de talento de Cristo es lo más alejado de «este mundo» (es decir, de los poderes de violencia de este mundo). Pero, al mismo tiempo, ese talento viene a mostrarse como lo más cercano a la realidad, como fuente de una experiencia y de un compromiso que puede y debe transformar las estructuras y poderes de este mundo.

Eso significa que el despliegue del talento de Cristo no puede ser cosa de algunos «profesionales» (por más importante que sea el testimonio de muchos monjes y contemplativos). El talento cristiano es un tipo de vida y compromiso abierto a todos los cristianos (en solidaridad y diálogo con todos los hombres y mujeres, sean o no creyentes).

La sociedad moderna posee medios económicos y administrativos (sistemas económicos y burocráticos) para conseguir un tipo globalidad, pero corre el riesgo de hacerlo de manera impositiva, en formas de violencia y muerte. Pues bien, en ese lugar de búsqueda y riesgo de los hombres y mujeres de este tiempo, el talento cristianao puede y debe ofrecer su palabra y experiencia más honda de compromiso, al servicio de todos, como religión de la gracia y comunión universal.

Es bueno en ese sentido que la Iglesia no tenga riqueza alguna “muerta”, en forma de museos-catedrales, de inmuebles propios etc., sino que su talento sea el don y experiencia de  Dios que se expresa en la vida concreta de los hombres y mujeres, que no sirve para tener más que otros, ni conquistar nada, sino en darlo y compartirlo todo. Si privaran a la iglesia de “todo”, si ella fuera de verdad iglesia no tendría TODO, es decir, sería todo: el talento de Dios que es la esperanza de vida, la vida compartida, conforme al tesoro de Cristo.

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