Desayuna conmigo (miércoles, 12-8-20) Fuerza muscular
Fuerza social
Esa supuesta proeza, como es de todos bien conocido, se ha mantenido como una de las pruebas o competiciones atléticas más importantes de los juegos olímpicos. Los atletas maratonianos, al igual que todos los demás, se enfrentan a esa dura prueba tras una preparación física que requiere mucho esfuerzo y constancia. Ello explica que hoy sean miles los que recorren maratones sin más problema que un gran desgaste físico, aunque algunos caigan exhaustos al llegar a la meta. Es curioso que sea una prueba abierta a personas con edades que no parecen apropiadas no ya para una prueba tan exigente, sino para hacer deporte. A nada conduce realizar hoy una carrera semejante, salvo a mantener una fuerza física envidiable y a ganar, quizá, una medalla en una competición olímpica. Afortunadamente, las noticias no corren hoy a razón de quince o veinte kilómetros por hora, sino que vuelan a la velocidad de la luz, lo que hace que, contando con buenos equipos de transmisión, podamos asistir atónitos a lo que en el mismo momento está ocurriendo en el otro extremo del mundo.
Es obvio que solo un “joven” podría haber hecho la proeza que en su tiempo supuso la comunicación a los atenienses de la noticia de su gran victoria militar. Lo digo porque la fecha de hoy añade a la consideración sobre la fuerza muscular, de la que acabamos de hablar, la celebración del “día internacional de la juventud”. Se trata de una celebración con la que la ONU se propuso en 1999 incentivar la participación de los jóvenes en la respuesta a los desafíos que la sociedad les presenta en todos los ámbitos de su vida. De los siete mil quinientos millones de habitantes de la Tierra, unos mil ochocientos tienen edades comprendidas entre diez y veinticinco años. “Muchos de ellos viven en zonas de conflicto; otros se encuentran en dificultades para el acceso al mercado laboral o a la vivienda”. Al no serles fácil participar en política o en grupos de influencia social, los jóvenes apenas cuentan con medios para luchar por una sociedad más justa, en la que podrían desarrollarse como personas plenas. No obstante, la simple razón del calendario les pone en las manos un futuro que será fruto de su actual comportamiento social y de la inversión de fuerza que sean capaces de hacer. La forma de comportarse la juventud de un determinado país preconiza el tipo de sociedad que predominará en él mañana.
Po si no hubiera sido bastante, al referirnos a la fuerza, hablar de maratones y de jóvenes, este desayuno nos invita a tener en cuenta que hoy se celebra, además, el “día mundial del elefante”, seguramente el animal más fuerte e impresionante de toda la fauna. Los elefantes son los mamíferos más grandes de la Tierra: pueden pesar hasta ocho toneladas y medir hasta siete metros de largo y tres de alto.
Los peligros de desaparición a que se ven sometidos en la actualidad vienen a demostrarnos, una vez más, que la vida, aunque ella misma sea una fuerza, nada tiene que ver con la fuerza, sino con sus condicionantes y con el sentido común del proceder humano, pues los seres humanos somos, sin la menor duda, los seres vivos más poderosos, tanto que no solo podríamos eliminar rápidamente a todos los elefantes, sino también a nosotros mismos. Son muchos los elefantes que cada año mueren a mano de cazadores furtivos a causa del marfil de sus colmillos o son capturados para ser utilizados en el transporte de madera, en el turismo o en el comercio ilegal. La depredación humana, que todo lo convierte en mercancía, no se detiene ni siquiera ante unos animales tan bellos por su monumentalidad corpórea. Tras admirar su enorme fuerza, retengamos de ellos, cuando menos y como simple curiosidad, que se pasan la mayor parte del día alimentándose de hierbas, cortezas de árboles, raíces, tallos y hojas y que la necesidad de beber, al menos una vez al día, los mantiene siempre cerca del agua. Digamos, además, que los cultivos de plátanos, de arroz y de caña de azúcar son sus preferidos.
A las fuerzas de que hoy venimos hablando se viene a sumar, todavía, la gran fuerza social que los sindicatos tienen en el mundo laboral, ese mundo tan conflictivo, pero decisivo no solo para que la vida laboral sea posible, sino también para delinear el tipo de vida que se desea llevar. Lo digo porque, un día como hoy de 1888, se creó en Barcelona la UGT, uno de los sindicatos más influyentes en la vida laboral española de los últimos tiempos. No es cuestión de pararse ahora a ver los entresijos o la trayectoria de un sindicato que ha estado en primera línea del siempre conflictivo mundo laboral español, sino de subrayar su importancia en un ámbito crucial para la buena convivencia social. Sin duda, el trabajo es una fuerza que mueve la vida. De ahí que quien dirija y ordene su desarrollo lleve todas las de ganar para lograr que la vida discurra por el cauce ideológico y social que favorezca sus intereses parciales. En cuanto defensa del trabajador, el sindicato se constituye en la fuerza del más débil, pues, aunque el trabajador sea el factor más importante de la empresa, está ineludiblemente sometido a los intereses y caprichos del capital. Encontrar la armonía entre ambos, entre el capital y el obrero, es como encontrar la piedra filosofal o el fetiche sapiencial para que la vida transcurra sosegada y deje de ser pura zozobra.
Finalmente, tres pinceladas, literarias y jurídicas, vienen a enriquecer hoy nuestro desayuno como poderosas fuerzas del alma o del espíritu humano. La primera: un día como hoy de 1947, José Hierro, poeta de la primera generación de la posguerra, publicó su primer libro de poemas, Tierra sin nosotros. La segunda: unos ochenta años antes, en 1866, nacía en Madrid el dramaturgo español Jacinto Benavente, prolífico autor que en 1922 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura. De él se ha dicho que “un siglo después, apenas si representa más que una reputación que pocos niegan, pero casi nadie apoya desde los escenarios. Salvo <Los intereses creados> y algún que otro drama rural, poco pervive de un autor que lo fue todo en el teatro español”. Finalmente, la tercera: el 12 de agosto de 1546 murió en Salamanca el dominico Francisco de Vitoria, escritor y catedrático de la Universidad de Salamanca, cuyas ideas tanto aportaron al derecho internacional y a la economía moral. Vitoria es una gloria que honra a los dominicos, a la ciudad de Salamanca y a la humanidad entera. La ONU lo homenajeó y la Sala de los Consejos del Palacio de las Naciones de Ginebra lleva su nombre.
Dejemos que las Perseidas iluminen hoy, en su apogeo, nuestro cielo para anunciarnos su profundidad y su infinita grandeza como expresión de la fuerza que el supremo Hacedor comunica a sus criaturas. El cristianismo ha venido a trastocar nuestra escala de valores pregonando que los últimos serán los primeros y que el reino de los cielos pertenece, en primer lugar, a los pobres y a los débiles, a condición, claro está, de que conviertan sus carencias en virtud, es decir, de que hagan de su vida una oración que se nutra de fuerza divina. Realmente, para la salvación que predica el cristianismo no hay más camino que hacer de la vida una sencilla acción de gracias, que recorrer el duro calvario que convierte la nada en Todo.
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