Creer es más seguro que saber.
Puede ser. Pero ese credo contiene muchas cosas de obligada admisión si uno quiere permanecer en el ámbito de los que creen, dentro de la Iglesia. Hay quienes dan de lado la parafernalia con que los siglos han recubierto el hecho de creer, que no admiten pecados originales, que pasan de cumplimientos pascuales, que no admiten castigos eternos y similares imposiciones eclesiásticas, pero siguen admitiendo deidades difusas, santos a quienes invocar, prácticas heredadas de la infancia y muchos otros tópicos con que salpican su diaria existencia. Incluso si tal creencia va por libre, existe un corpus de conocimiento al que se atienen quienes, de otro modo, se sentirían perdidos en la singladura de la vida.
Hemos hecho referencia a uno de los pilares de la credulidad al que va asociado un rito: el pecado original y el bautismo. Quizá los nuevos creyentes pletóricos de bondad no admitan tal pecado original y vean el bautismo como un hecho "en sí", que incorpora al niño a la nueva sociedad y le confiere gracias especiales para comenzar su vida de fe. Admiten el bautismo como rito que les incorpora al cuerpo místico de Cristo, la Iglesia. Incongruencia: el mismo rito bautismal afirma el primer supuesto, el pecado original.
Dudo mucho que haya todavía en nuestro entorno cultural alguien que crea en esto del pecado orginal como falta y culpa heredada de los "primeros padres". ¡Suena todo tan extraño, tan extravagante, tan ajeno a nuestra cultura occidental! Estoy por decir que, aunque lo crean de manera nebulosa, nadie en sus cabales lo toma en serio. Se admite el rito del bautismo porque... ¡algo hay que hacer para recibir al niño! Es una forma de que los papás digan a la sociedad que han tenido un niño. La Iglesia, sin embargo, sí lo toma en serio y por el agua y las palabras rituales ese niño queda lavado del pecado de haber nacido, como decía Calderón, del pecado cometido por unos seres nacidos del mito más ancestral cual es el "paraíso perdido".
Lo que decíamos ayer: ante algo que pueda ser dudoso, que resulta extraño a la razón, hay que indagar, hay que buscar la realidad de lo que se dice. ¿Y esto del pecado original y del bautismo no suena a extravagante, incomprensible, irracional, atentatorio contra lo que sí está demostrado, el hecho de la evolución?
Son las cosas del creer ante las cuales la persona normal se queda pasmada: ¿pero cómo se puede creer que eso sea real? No puede admitir que en "las cosas del creer" falte la lógica.
Inadmisibles son, todavía hoy que la Iglesia repite en sus lecturas dominicales, palabras tan tremendas que aparecen en Éxodo 20, 5 referidas al Dios de judíos y cristianos: «...porque yo soy Yahvé, tu Dios, un Dios celoso que castiga en los hijos las iniquidades de sus padres hasta la tercera y cuarta generación...» Ciertas perversiones de la creencia cristiana hunden sus raíces en creencias judías. Es la consecuencia de creer en pecados originales. Ya no se sabe si el que habla aquí es Yahvé o Satanás. Tal para cual.
Aparte de que la razón se rebela contra esa flagrante injusticia, cual es la de hacer reo a un recién nacido de pecados cometidos por no se sabe quién en tiempos tan remotos, hoy, que sabemos más de paleontología, de evolución, incluso de geología, no es admisible hablar de "primeros padres". El hombre no proviene de ninguna pareja original. Hubo numerosas especies de "homines sapientes" que desaparecieron, que se extinguieron sin descendencia alguna.
La creencia en Adán y Eva se ha incrustado de tal manera en la mente de los occidentales, creyentes o no, que se da por supuesta su existencia. El cristianismo se puede vanagloriar de tal perversión científica. ¡El esfuerzo y el retorcimiento mental que tuvo que realizar el científico jesuita Teilhard de Chardin, que siempre quiso permanecer en el seno de su amada Iglesia, para conjugar sus conocimientos con la cerrazón de la Jerarquía católica!
La gente creyente del común no para mientes en tales elucubraciones. ¿Pero y los teólogos honrados? Lógicamente pasan de largo ante creencias absurdas, pero no así aquellos que deben velar por la "ortodoxia" secular, la jerarquía burocratizada que sigue bautizando con las mismas palabras a los inocentes --padres y niños-- que se someten al rito que lava el pecado original.
Como dice Ricky Gervais:
"Toda persona tiene derecho a creer lo que quiera... y todas las demás personas tienen el derecho a encontrarlo estúpidamente ridículo".