¿Qué tiene de malo creer?, me dices.

Como no podía ser menos, éste y otros blogs surgen como tema de conversación entre amistades en tertulia de sobremesa. Entre esas amistades hay fieles creyentes que, por respeto, no tacho de crédulos.
El pasado domingo una pregunta se clavó algo más profundamente que otras en mi interior y me hizo pensar: ¿Qué tiene de malo creer? En principio habría que decir que nada, con el añadido del obligado respeto a la libre opción de cada uno.
Una y otra vez me martilleaba la pregunta: ¿Qué tiene de malo creer, adscribirse a un grupo de oración, comprometerse con una causa religiosa, entregar tiempo y energías, incluso dinero, a lo que uno cree, a sostener la propia fe, a extender la doctrina, tratar de ampliar los círculos de influencia, etc.?
Deberíamos admitir que no hay nada malo en ello, dado que "parece" que eso "ayuda al desarrollo de la persona y, a veces, no parece existir otra forma de encarar o encauzar determinados problemas".
Dos objeciones primeras se nos ocurren: por el lado más negativo, cuando adherirse a un grupo, secta, asociación o congregación genera consecuencias de tiranía o dependencia mental, no sólo hay que denunciarlo sino perseguirlo.
Pero hay otra connotación general: que las creencias que se asumen lo son como hechos reales, ocurridos; como hechos que conforman y condicionan la mente; conocimientos que se dan por válidos y ciertos... y no como fábulas, invenciones imaginarias del hombre a través de los siglos, mitos y, en definitiva cuentos, que habría que desterrar de la realidad como quien ha superado la etapa infantil.
Pareo parece haber algo más. He aquí una enumeración de algunas secuelas nefastas que la creencia organizada tiene para la persona:
• Porque lleva a creencias disparatadas.
• Por implicar y generar acciones antirracionales y sin sentido alguno.
• Por la obligación de practicar ritos sin sentido alguno práctico.
• Porque es un sistema esquizóidico que no genera personas mejores.
• Porque el credo no sana los problemas psicológicos que inducen a creer.
• Porque genera esperanzas infundadas.
• Porque coarta la independencia para moverse, relacionarse, tratar y querer.
• Por sus prohibiciones absurdas respecto a lecturas, vistas, audiciones, etc.
• Porque crea de forma artificial, no real, lazos grupales de unión.
• Porque hace suponer sucedáneos de curación moral.
• Por generar consecuencias graves como desunión familiar, enfrentamientos sociales, desobediencia a las leyes, etc.
• Por utilizar los sentimientos primarios, las carencias afectivas, los traumas psicológicos... de las persona para sonsacar dinero.
• Porque con frecuencia los que dirigen se sirven de los que creen para dar cauce a pulsiones no siempre claras: afán de dominio, salida a una afectividad patógena...
Ésas y otras razones, tantas veces esgrimidas aquí, son las que nos llevan a enfrentarnos con las Multinacionales del Rezo, organizaciones que, diciendo que liberan a la persona de las lacras del mundo, las encadenan con cepos y grillos en las cárceles del pensamiento y del rito.