El pensamiento cristiano que se traiciona a sí mismo.


La Teología inspira; la praxis lleva la meditación a la vida diaria. Ambas se mueven en una triple dialéctica que, en su afán de abarcar y salvar cuanto de humano hay en la vida, encubre una praxis torticera. La pura contradicción asumida. Así es la fe.

Es un permanente huir del mundo, darle de lado, no saber de sus penalidades, no caer en su dialéctica, tacharlo de “lo malvado”, hacerle “enemigo del alma”.

Pero a la vez es un buscar desesperadamente incardinarse en él, constituirse en levadura, fermento, grano de sal que le dé el sabor de lo divino.

Y como “tertio excluso”, presupone la necesidad de vivir “del” mundo, acaparando bienes mundanos con el pretexto de, con ellos, servir a Dios.


Nada habría que objetar al hecho de recibir un pago por prestaciones realizadas, pero la complicidad de los dos presupuestos primeros desvirtúa tal dialéctica.

Dichos presupuestos no son sino platonismo en pastillas. Dios cristiano, origen y sede del amor. No por cierto del amor “completo”, el humano, el que engloba erótica y amistad, sino el sublimado, la quintaesencia del amor. Un amor que necesariamente “desconoce” cuantas guerras hay o ha habido en el mundo como Platón “olvidaba” las crueles Guerras del Peloponeso.

Asimismo, por no deducir según sus presupuestos, también da de lado las desgracias “naturales”. En buena lógica las grandes pestes que en las postrimerías de la Edad Media arrasaron pueblos enteros deberían considerarse obra del Dios providente, también previsor.

¿O estamos asistiendo al juego macabro de un escondite donde unas veces aparece el terror y otras la piedad, donde hay embrujo por lo desconocido mezclado con el rechazo, donde “timor et tremor” se dan el testigo en una siniestra carrera de relevos?

¡Hay tanto “hombre” filosofando en la esencia del cristianismo! Al final, cuando no se encuentra explicación, cuando la pared del mundo es tan gruesa que no admite más agujeros de credulidad, se vive como si no existieran las cosas porque no se quieren conocer: el fanático, el ayatollah, vuelve a sus teologías, a su vida del espíritu, a la felicidad que le embarga, al equilibrio personal, a revolver siempre en lo mismo para más convencerse de que está en el buen camino...(1)

El "Dios es", es un “suppositum” permanente. Ya no existe ni la protohistoria ni la postmodernidad. Christus heri et hodie... pero ahí arriba, objeto final del deseo nunca satisfecho.

¿Cómo no reconocer en las matanzas de Ruanda las palabras de Tucídides que Platón jamás haría suyas?:
Daba igual mostrarse piadoso o no, ya que se veía perecer a todo el mundo de manera parecida y, en caso de actos criminales, nadie contaba con vivir lo suficiente como para que tuviese lugar el juicio y cumplir la condena... ...antes de verla abatirse sobre uno [la peste], se consideraba normal disfrutar un poco de la vida.


¿Es el pasado?
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(1)Escribo esto pensando en "alguien". Alguien con nombre y apellidos, alguien que se siente pletórico de vida espiritual pero que hace oídos sordos a las desgracias que puedan implicarle a él. em>
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