Perdonar no es olvidar, sino recordar con amor




SI QUIERES TENER PLACER, VÉNGATE. SI QUIERE SER FELIZ, PERDONA.

01. NUESTROS VIEJOS RECUERDOS Y BAJOS FONDOS.



El evangelio de hoy es la conclusión del “sermón de la montaña”, (las bienaventuranzas) y de las ragas conclusiones de Jesús: Se os dijo, pero yo os digo.

A lo largo de la vida se nos presenta con alguna frecuencia el grave problema de cómo encajar, asumir, integrar o quizás salir de esa lava, que nos sigue quemando, si es que no estamos quemados ya por la amargura de viejos volcanes y asuntos que han ido quedando sin resolver en los sótanos o en el recuerdo de nuestra vida.


El pasado, todo lo que nos pasó, lo que se nos dijo y dijimos, lo que se nos hizo e hicimos, nos ronda siempre la cabeza, impregna nuestro corazón y nos deja paralizados, bloqueados en la vida.
Tengo para mí que los paralíticos del evangelio son este tipo: hombres y mujeres a quienes su pasado familiar, afectivo, religioso, moral, eclesiástico, político, nos ha cerrado en un bunker del que no podemos salir.
No es fácil perdonar y no se consigue a fuerza de voluntad (voluntarismo).


02. CALMA Y SERENIDAD


Con calma y serenidad podemos descender a los bajos fondos de nuestra existencia. ¿Qué otra cosa hizo Jesús cuando en el río Jordán descendió redentoramente a los infiernos de la humanidad? Somos lo que fuimos, lo que se nos dijo, lo que dijimos e hicimos, somos lo que somos, lo que podemos. Y esa es la verdad: nuestra verdad personal. Nuestra historia personal, familiar, política, eclesiástica está amasada con levadura a veces muy sombría:
Alivia e integra descansar en lo que “Yo os digo”.


Y este “Yo os digo” nos exhorta al perdón, a la reconciliación, a amar a los enemigos.


Pero todos somos conscientes por experiencia de que no es sencillo perdonar, y más difícil todavía es la reconciliación. Seguramente que en nuestra vida familiar hay problemas de este tipo, miremos igualmente a la situación socio-política que estamos viviendo, a la situación eclesiástica.
Y es especialmente difícil perdonar a las personas que, teóricamente, habrían de ser queridas. Nadie puede herirnos más profundamente que las personas amadas, y a nadie podemos herir más hondamente que a las personas queridas, porque con ellas hemos tejido los lazos afectuosos más profundos y con nuestras familias y amigos hemos compartido nuestra vida. Cuanto más íntima es la relación que se rompe, mayor es la ofensa y la herida.





03. EL PERDÓN ES UN PROCESO PSICOLÓGICO-ESPIRITUAL COMPLEJO.


 El perdón requiere tiempo, aunque el mero paso del tiempo no resuelve nada. En el perdón entran en juego todas las facultades psíquicas, afectivas y espirituales, que tratan de ver la realidad sufriente en la que se está viviendo.


 El perdón, probablemente, es un tejido (texto) un entramado de integración de pulsiones psicológicas, teología-fe, a veces también de facetas políticas.


 Una situación de rencor, de odio no es que sea solamente mala moralmente, sino que hace daño a todos, daño social, daño incluso psico-físico. El odio no es solamente algo religiosamente malo, sino que crea situaciones y personas psíquicamente enfermas.


Perdonar hace bien, sana. El perdón es un proceso que comporta un cambio de actitud afectiva y racional. Lo que pasó no tiene vuelta atrás. Lo que pasó, pasó. Tal vez tenga alguna reparación, pero lo que pasó, queda incrustado en nuestra existencia.
Ahora ya, se trata de sanar, -sanear- viejas emociones con actitudes positivas de empatía, si es posible de compasión y benevolencia.


El que perdona, los que se perdonan recuerdan lo que pasó, pero lo recuerdan desde otras profundidades.


Se puede recordar desde la venganza, es una postura humana. Solemos recurrir a estas estrategias agresivo-violentas.


Lo estamos viendo y viviendo en problemas familiares, socio-políticos, económicos, eclesiásticos, etc.
Seguramente que los flecos que quedan de las violencias vividas entre nosotros en los últimos cincuenta años, tendrían otro tratamiento desde el perdón.


 Se puede tratar el viejo problema desde la huida. Déjame en paz y a otra cosa. Lo cual soluciona poco o nada, porque el odio sigue ahí, aunque amordazado.


Pero también se puede recordar desde el perdón. Si quieres tener placer, véngate; si quieres ser feliz, perdona.


El perdón no arregla el pasado, pero mejora el futuro.


Revisar significa volver a ver, a “visualizar” la vida de otra manera. Perdonar es volver a ver la vida desde otras perspectivas sanantes, que devuelven la serenidad y el equilibrio.
04. JESÚS CAMBIA LOS CÓDIGOS.


Jesús no sigue la ley del talión. Jesús humaniza los códigos de odio y venganza. En el cristianismo las relaciones humanas se plantean desde la misericordia.


El único criterio que puede humanizar los conflictos y odios en la convivencia es el del perdón.


El Derecho y la justicia tienen su papel a realizar en la sociedad, pero el odio generado por un asesinato, por la violencia de género, por los conflictos de herencias familiares, etc. no se arregla con castigos, policía, cárceles, y rupturas. Todos tenemos experiencia de ello.


La ética de Jesús es la del perdón y la misericordia.
Jesús no es que ame el pecado, pero sí al pecador.


05. SENTIMIENTO Y RAZÓN.


El odio, la venganza son sentimientos difícilmente controlables. Son pulsiones que brotan de la visceralidad. Somos racionales, pero animales, (Aristóteles).
La pulsionalidad en muchas ocasiones es difícil de dominar. Habremos de echar manos de la racionalidad, de la sensatez, de la mente para poner un poco de orden y paz en nuestros impulsos.


En viejos contenciosos, viejos problemas y enfrentamientos hemos de poner un poco de racionalidad para dejarlos de lado y comenzar a vivir en paz.


Hay unas cuantas dimensiones en la vida que hemos de aprender a ponerlas bajo el dominio de la razón: el alimento, la sexualidad, el poder, el dinero, el odio, etc.



06. PERDÓN Y RECONCILIACIÓN EN LA SOCIEDAD.


En ocasiones, el perdón es una cuestión no solamente personal individual, sino que el perdón puede afectar a la relación de grupos sociales, étnicos, culturales, nacionales, etc.

Son situaciones más complejas y difíciles.


Una sociedad que ignora y descarta el perdón como actitud en la vida, se deshumaniza. Decía Martin L King que: el que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar.


Sería triste renunciar a una sociedad, a un pueblo en el que sea imposible el respeto, la convivencia y el amor y el perdón. El perdón es el amor más humano que pueda darse
En la “ley de la selva” no perdona nadie. Perdonar -al menos intentarlo- supone una gran calidad humana, una gran cota espiritual y humanista.


El perdón., como otras dimensiones de la persona y de la vida no son especialmente religiosas. La paz, por ejemplo, no es un asunto específicamente cristiano o religioso. Por sentido común todos nos damos cuenta de que se vive mejor en paz que en guerra, en perdón que a bofetadas, en serenidad y equilibrio que en un crónico y amargo desequilibrio interior
Los grupos tienden a polarizar las actitudes, las emociones y los sentimientos positivos en favor del propio grupo y para ello alimentan una visión negativa de los componentes del otro grupo. Se vierten emociones de odio, de rabia y resentimiento hacia el otro grupo. Se crean entramados de emociones (más que de racionalidad) que se alargan, si no se cronifican en el tiempo y pueden quedar fijadas en el subconsciente y en la memoria histórica de personas y pueblos.


El perdón ha de rondar los aledaños de los escaños parlamentarios y de las instituciones socio-políticas si queremos llegar a la paz y a la pacificación.


El perdón, a veces, es un acto heroico que dignifica a quien lo ejerce y puede hacer bien y cambiar de mentalidad a quien lo recibe. Sólo el perdón puede desmontar al enemigo.
La venganza grita venganza, desencadenando una espiral diabólica de violencia. Si buenamente podemos hemos de parar ese huracán vengativo mediante el perdón. La calidad moral radica en el perdón, no en la venganza.

El perdón y la reconciliación tienen repercusiones personales, familiares, sociales, políticas, también eclesiásticas.

06. PADRE, PERDÓNANOS
Dios es amor, (1Jn 4,8). Es el único defecto que tiene nuestro Dios, que es amor y ama a todos: justos y pecadores, cristianos y paganos, a los que van a Misa y a los que no cumplen con la Iglesia.
Cuando amamos y perdonamos, hemos conocido a Dios. Quien no ama, no ha conocido a Dios, (1Jn 4,8).
Tal vez nos haga bien poner nuestro pasado, nuestro recuerdo, nuestros recorridos en la vida en manos del Señor, sin más. Dejar estar nuestra existencia en manos de Dios y de la vida. Si se me permite, basta con mirar al crucificado y evocar en nuestro interior: Sus heridas nos han curado (1Ped 2,25). Eso sana nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.
Recordemos esperanzadamente desde la memoria de Cristo.

PADRE, PERDÓNALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN

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