A muchos molesta esto del santo temor de Dios; piensan que hemos de seguirle sólo por amor. Y sin embargo la Biblia afirma: el comienzo de la sabiduría es el temor de Dios.
Ahora rara vez se oye hablar del infierno, poquísimo se menciona la frase de Jesucristo: "El que crea y se bautice se salvará, el que no crea, se condenará". Y sin embargo son realidades que, creo, sobre todo en los comienzos, y para lograr una conversión, las hemos de tener en cuenta.
El temor de Dios es suave.
A mí me lleva a la compunción del corazón, que me da gran paz. Ojalá lograra profundizar en el temor de Dios, como Santa Teresa y San Ignacio, que me pueda llevar al amor.
Este temor de Dios nos da fuerza precisamente para luchar contra las malas inclinaciones y evitar lo que pudiera ofender a los ojos del Padre celestial.
Siempre me impresionaba esta frase que te transcribo, pero desde que leí el libro "El sacerdote de hoy y de siempre" de Félix Beltrán, todavía más: "Entre el vestíbulo y el altar llorarán los sacerdotes del Señor y dirán: perdona a tu pueblo, Señor." Cada vez veo mayor mi obligación sicológica sacerdotal de llorar por los pecados propios y los del mundo entero. Llorar.
Pedir misericordia a Dios. Hacer algo para reparar tanto pecado. Y pedir con insistencia al Señor que dé el don de la conversión a tantas personas que lo necesitan.
José María Lorenzo Amelibia
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