Esperemos que pronto se regularice la ley del celibato clerical, aunque, ¿quién lo sabe? Porque las protestas sobre esta ley se han sucedido durante todos los siglos, desde que se fue implantando.
En tiempos todavía recientes, la revista “El Reinado Social del Sagrado Corazón” enero 81 publica lo siguiente: “En 1976 un grupo de 63 sacerdotes de la Iglesia Episcopal entraron en contacto con la Conferencia Episcopal de EE.UU. Estaban disconformes con la aprobación que su Iglesia anglicana había dado para la ordenación de mujeres. Según las agencias, los sacerdotes serán ordenados de nuevo al ingresar en la Iglesia Católica y podrán permanecer con sus mujeres”.
El tema de la ordenación de los sacerdotes anglicanos es para mí el más grave. Si son ordenados de nuevo porque su ordenación era inválida, se trata de ordenar sacerdotes a personas casadas, ¿por qué entonces la negativa a que el tema sea planteado sobre la ordenación sacerdotal a casados católicos? Por otra parte, ¿se puede pensar en invalidez de las órdenes anglicanas? ¿No significan nada los acuerdos a que llegó la comisión católica – anglicana, creada por Paulo VI y el que fue Arzobispo de Canterbury, doctor Ramsey? Una ordenación en estos momentos echaría por tierra la labor de años de trabajo serio y causaría serias dudas sobre la posibilidad ecuménica de la Iglesia Católica.
La ocupación de esos sacerdotes anglicanos casados plantea un problema que tarde o temprano tendrá que plantearse la Iglesia: el de tantos sacerdotes que quisieron seguir su ministerio aun después de casados y a los cuales hasta el momento no se les ha dado una respuesta positiva.
Pero pasan los años; corre ya el siglo XXI: con el Papa Francisco, tan abierto, se ha soñado que se pondría fin a esta ley; la abolirían o la cambiarían fundamentalmente. Pero seguimos aguardando. Tal vez lleguen antes las diaconisas a nuestra Iglesia, y siga la asignatura pendiente de la ley del celibato clerical. Se han ofrecido muchas soluciones, pero el silencio impera. La agenda del Papa Francisco, en la que había anotado este problema, parece que se ha perdido… Y no pedimos nada para nosotros los que por los años 70 ya luchábamos por el tema, porque somos octogenarios, y la mayoría ya ha muerto; lo pedimos para la Iglesia que necesita sacerdotes santos, no precisamente célibes.
José María Lorenzo Amelibia
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