Mons. Castro, obispo de Cuernavaca: ¿Cómo hemos de responder a la historia ante la tragedia?

“El dolor tiene una realidad que nos prueba y saca lo mejor de nosotros mismos”
Guillermo Gazanini Espinoza / Las imágenes iniciales del video del mensaje especial del obispo de Cuernavaca, a un mes del sismo del 19 de septiembre, nos recuerdan el momento desgarrador que vivimos y aun padecemos como tragedia. Un tranquilo templo, poco a poco, se ve sacudido hasta el borde del colapso, la angustia del pueblo estremecido en nubes de polvo, el párroco saliendo de entre las ruinas y al final, en esa confusión, una voz alcanza a preguntar “¿Están bien?”
Esa fue la magnitud del desastre que hoy enfrenta un pastor que carga el tremendo peso del desastre sobre sus hombros, pero que sabe no está solo gracias a esa parte que toca al prójimo a través de la magnífica solidaridad y, del otro lado, la dimensión sobrenatural, pocas veces se ve y, sin embargo, está latente, palpita, es savia nutriente al espíritu: la fe.
Mons. Ramón Castro Castro recorrió cada rincón del Estado más golpeado esa fatídica tarde cuando se recordaba la otra tragedia. Y a eso pregunta ¿Cómo vivir esta realidad que enfrentamos? “México ha vivido una herida muy profunda… Once Estados heridos por sismos” y Morelos vive una “situación inédita”, incomparable en su historia moderna. El obispo así resumió lo que el poder de la naturaleza destruyó: Más de 15 mil hogares dañados, viviendas del pueblo sencillo que no se pueden utilizar teniendo otros los efectos colaterales del desempleo, las enfermedades, desánimo, tristeza.
Al obispo le toca cargar otros escombros. Los de las 314 iglesias y templos del Estado inútiles para el culto, para ser lugar de encuentro o del consuelo. Mientras un dron vuela entre las ruinas para apreciar el impacto que no se puede ver a simple vista, la voz del obispo no oculta el sentimiento que le embarga como si a él mismo le hubiera caído una losa: “Para mi es algo verdaderamente tan pesado como obispo. 314 templo que no se pueden utilizar, el 60% de las iglesias no se utiliza… Dos sacerdotes heridos y el 25 por ciento de las casas parroquiales inhabitables” para que los párrocos sean damnificados, para vivir en otro lugar, 40 sacerdotes sin casa, sin oficinas.
El tiempo de la conmoción y pasmo debe pasar la página. El momento cede ante la reflexión y reconstrucción. Mons. Castro hace la comparación entre las obras humanas que han costado mucho edificar; sin embargo, en el espíritu humano permanece algo que ningún sismo puede colapsar, todo se puede derrumbar, menos “la fe, la esperanza y la solidaridad”.
Si nos quedamos en lo puramente material, no tendríamos respuestas y consuelo suficientes para afrontar el futuro. Para Mons. Castro hay una pregunta ineludible escrutando a cada conciencia, a cada actor y víctima en este oscuro episodio, “¿Cómo vivir esta realidad que enfrentamos?”. A un mes del sismo, muchos han querido dar respuesta sin certeza sobre el futuro. Se anuncian millonarios recursos para la reconstrucción, hay quienes lucran con el dolor y el símbolo de la solidaridad está mutando como capital político. La respuesta del obispo abarca algo incomprensible al entendimiento profano, pero real y definitivo: “El pecado es causa y fundamento del dolor, la enfermedad y sufrimiento”. Sentencia apelante de cada persona para ser parteaguas de la historia. Antes, un México embotado, aturdido por el pecado, luego el dolor como bienaventuranza e, irremediablemente, el cambio de mentalidad hacia la vida nueva. “Cristo, el Hijo de Dios, sufrió y logró vencer el dolor y la cruz, a la muerte y resucitó para redignificar el sufrimiento”.
El escándalo del mensaje del obispo de Cuernavaca se descubre en el don de la resurrección operante en la prueba para Morelos y México entero que no puede ser cubierto simplemente con recursos financieros: “Su resurrección nos promete nuestra resurrección y victoria… Bajo esta luz de la fe, es un momento de crecimiento y de madurez. También es momento de responsabilidad histórica”.
La resurrección de Cristo es un hecho concreto en el tiempo. Del dolor padecido hubo responsables. La tragedia del sismo tiene una verificación categórica donde muchos se han involucrado para dejar impronta en la historia presente y futura. Las decisiones tendrán consecuencias afectando generaciones enteras marcándolas para siempre. Posterior al sismo fuimos testigos del lucro político de la ayuda y en la reconstrucción corremos ese riesgo si no se asume con responsabilidad cada decisión que conlleva graves afectaciones. Como afirma el prelado de Cuernavaca: “Muchas de los que servimos al pueblo… sabemos que nuestras decisiones dejarán huella hoy y en el futuro… ¿Cómo hemos de responder a Dios y cómo hemos de responder a la historia? Eso es lo que llevamos sobre nuestros hombros. Tenemos que saber tomar decisiones adecuadas”.
En la certeza otorgada sólo por la fe, el obispo transmite la esperanza que no quedó bajo los escombros. La resurrección es vida nueva y en el tiempo humano es oportunidad para madurar y crecer en nueva fuerza necesaria para que Morelos y México entero estén de pie. En lo inaudito del dolor, existe la semilla para germinar en una dinámica poderosa y humilde, de coraje y sencillez, de un país sufrientee para ser grande y pleno: “Todos los pueblos que han sufrido realidades tan trágicas como estas y las han superado, han crecido como nación. Tenemos todo para que, después de esto, crezcamos como pueblo, crezcamos como Iglesia y seamos mejores… El dolor tiene una realidad que nos prueba y saca lo mejor de nosotros mismos…”
Las casualidades de la historia quieren que esta fecha coincida con el tercer aniversario de la beatificación del gran pontífice que vivió en carne propia el dolor de los cambios que no pocas veces le azotaron. El 19 de octubre de 2014, Francisco elevó al honor de los altares al gran Paulo VI. Mientras entendía las palabras de Mons. Ramón Castro sobre la realidad de la resurrección, recordé otras del beato pontífice que dan contundencia a la fe del obispo de Cuernavaca. La resurrección, dijo el Papa Montini, es obra de la omnipotencia divina. La resurrección de Cristo es vencedora de toda dificultad precedente del orden físico… “No se trata de fantasía, de sueño, de mito; se trata de una verdad, de una realidad…” Esa certeza nos dio hoy el obispo de una diócesis maltrecha hoy lavando sus heridas en el bálsamo de la fe y en la frescura de la solidaridad. Que la hace testigo mirando con estupor el don de la resurrección.
Gracias padre obispo.
