Los últimos tiranos

Son nuestras gargantas. Caminan anchas avenidas en lejanas geografías. Su clamor surge de nuestra misma alma colectiva. Son nuestras gargantas, pronunciándose en diferentes idiomas, reivindicando el mismo aire abierto, la misma libertad.

Son nuestras gargantas, poderosas, insobornables, de ayer y de siempre avanzando ahora por las calles de Teherán, de Lhasa, de Urumqi (Xinjiang), de Rangún…

¿Quién callará todas las gargantas, quién detendrá el viento y sus hondas, quién peinará los tejados de parabólicas, quien pondrá muros a la geografía inmensa de Internet…? Nadie, ningún tirano es tan poderoso como para parar la historia. Absolutamente nadie tiene derecho a arrebatarnos la libertad. Nos pertenece desde el mismo instante que vemos la luz de este mundo. Dios nos la ha dado como nuestro más preciado bien y nadie, salvo daño grave a la comunidad, puede privarnos de ella.

Las nuevas tecnologías y el desarrollo de los medios de transporte han ensanchado la libertad hasta límites antes insospechados, sin embargo aún hay centenares de millones de conciudadanos planetarios a quienes se niega su disfrute. Los dictadores limitan sus movimientos, sus palabras, sus iniciativas…, ni siquiera son libres con el mouse y el teclado en su manos. El mundo virtual de la pantalla con sus posibilidades infinitas queda también acotado.

Cierto que a veces es más fácil conquistarla que administrarla; cierto que a veces la utilizamos en nuestro propio beneficio en detrimento del bien del otro; cierto que a menudo la malgastamos y nos pierde, que no nos hacemos dignos de su disfrute; pero necesitamos ejercitarnos con ella, caer una y mil veces, hasta empezar a hacer adecuado y elevado uso de la libertad.

Se acabó la farsa. No hay revolución, no hay religión que se precien, que puedan justificar la conculcación de nuestro primero y más elemental derecho. Los derechos humanos priman sobre la cultura y las tradiciones de los pueblos, por supuesto sobre los burdos fines de los déspotas. Basta ya de disfrazar espurios intereses con una sacrosanta ideología o fe. Basta ya de tiranos sobre la tierra en los albores del siglo XXI. Su reino de terror es ya de otro mundo. Basta ya de calles ensangrentadas en Irán, en Tíbet, en China, en Birmania… No son sus avenidas, no son sus países, no es su aire… Dejen de perseguir a los/as ciudadanos/as más valientes.

Sus gases represores, su vergüenza traspasa las fronteras. El futuro juega en su contra. Sepan los tiranos de la tierra que Dios nos ha creado libres y que por lo tanto sus días se acaban. Sus tiranías no son sostenibles. Absolutamente ningún país puede construir futuro sin libertad.

Un solo mundo, un solo clamor. Todos caminamos por la calles de Moscú, de la Habana, de Bejín… La libertad que se priva a un hermano, es una libertad que se nos priva a cada uno/a de nosotros/as. Evocamos juntos su nombre sagrado, honramos a quienes aún han de jugarse la vida por ella. Nunca ya nadie más ose tocarla.

Tiemblen los tiranos. Abandonen ya la pista. No dancen más allá de su hora. Suena su último vals.
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