San Blas, 3 de febrero... ¡marchando otra de mitos!

San Blas concentra en su personaje una serie de motivos míticos esenciales para comprender el mito del Carnaval que viene después.
La palabra "Blas" proviene del bretón "bleiz" que significa lobo. La misma etimología evoca las estrechas relaciones que mantiene el santo con los animales. "Blasen" en alemán quiere decir "soplar", a veces "comer". Blas, pues, se nos presenta como un animal humanizado o como un hombre animal.
Dicen que fue elegido obispo de Sebaste, en Armenia; dicen, empero, que se retiró a una caverna para mejor ejercer su apostolado; dicen también que una multitud se llegaba hasta él porque tenía poder de curar los cuerpos, a la par que las almas, enfermos. También se le atribuía el don de hablar con los animales y hacerse comprender por ellos. Dicen, asimismo, que cuando la persecución contra los cristianos llegó a Sebaste, en tiempos de Diocleciano, unos cazadores fueron a buscar animales para los juegos en el bosque de Argeus y encontraron muchos de ellos esperando fuera de la cueva de San Blas.
Por no apostatar de su fe, sufre martirio. De camino al suplicio, cura a un niño que se había atragantado con una espina, de ahí que se le invoque contra los males de garganta, amén de ser protector contra las picaduras o mordeduras de animales así como contra las enfermedades de transmisión animal. Protector oportuno contra las epidemias de peste y cólera en tiempos en que éstas hacían estragos.
En el día de su fiesta y en algunas regiones antes celtas se estilaba bendecir un bálsamo que se aplicaba sobre la garganta o sobre las mordeduras.
Su biografía indica signos de "salvajismo mítico" que lo asemeja al oso de los cuentos y leyendas. El personaje pagano que oculta el santo es una especie de hombre salvaje que posee todos los secretos del destino.
Tiene un poder particular sobre la naturaleza y su palabra procede directamente de Dios: es Dios en persona quien inspira al santo.
Blas es la reencarnación cristiana de un dios lobo. Al pasar al cristianismo cobra una doble entidad: por una parte sus milagros tienen un origen divino; por otra su figura diabólica de lobo sirve como espantajo que diluye cualquier influjo maléfico. Sus poderes quedan controlados con su santificación.
Hay que anotar que el 3 de febrero, San Blas, es la fecha en que Rabelais hace nacer a su gigante Gargantúa, inscribiéndolo deliberadamente en la tradición del carnaval. La garganta, de Blas o de Gargantúa, cobra un carácter especial: es el lugar de la palabra, de absorción de los alimentos y del soplo vital (recordemos que "blasen" en alemán significa "soplar", a veces "comer").
Ello remite a la garganta del lobo divino, del hombre lobo u hombre oso que gobierna los ciclos del tiempo, pero también las liturgias del Carnaval, que se acompañan con música, comilonas, "follones" (hombres montados sobre hombres) y escenificaciones con diversos animales depredadores.
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Consideraciones piadosas: De nuevo la presencia de lo mítico. ¿Importa la realidad o simplemente la evocación? Si es lo primero, ¿no sería hora de suprimir tanto santo imposible o tanto santo mito? ¿Entienden que el pueblo, poco a poco, va haciendo derivar todos los dogmas hacia la naturaleza, que se hace mitología, apólogo, cuento moral, en definitiva? ¿Entienden que dejando pervivir el mito, a la larga y con la progresión del conocimiento, es éste el que devora a los pseudo mitos, a los patronos, a los santos?
Y no se arguya, como hacen por aquí, que se trata de creer o no. Se puede creer en lo que se quiera, pero sin que ello interfiera ni en la vida individual y social ni en la razón que sabe dónde colocar cada cosa. En este caso, poner las cosas en sus sitio y “cultivar” las leyendas como lo que son, sin más aditamentos rituales ni invocaciones sin sentido, como si invocar a Caperucita nos hiciera descubrir dónde se encuentra el lobo.
Para saber más: Philippe Walter. Mitología Cristiana. Fiestas, ritos y mitos en la E.M. Paidós.