¿Vamos camino del desastre? ¿Queda lugar para la esperanza?

España es una unidad nacional con un estado único que ha llegado hasta hoy después de muchos bandazos en su unidad nacional. Desde los Reyes Católicos España caminó decididamente hacia constituirse en un solo reino, mientras  el reino de Aragón y Navarra esperaban su turno de adhesión.  A mediados del siglo XIX surgieron fuerzas centrífugas que reivindicaron características especiales para determinadas regiones, siempre dentro de la unidad nacional.

Tales fuerzas centrífugas primero han logrado escindir el país en 17 autonomías, algo que ya preanunció la II República y que los padres constitucionales consideraron bueno para la articulación de España de otra manera no centralizada.

A la vista de lo que está sucediendo y si no se reconducen las cosas, esto va camino de convertirse en desastre, también por culpa de una ley electoral que no preveía lo que está sucediendo.  No es de recibo que unos pocos votos sean decisivos en el buen gobierno del Estado. Quienes elaboraron la Constitución no contaron con la ínsita maldad que late en el ser humano, con el egocentrismo y la capacidad de destruir el Estado de quien llegara a su gobierno de modo legal, sí, pero llevando en sus venas la vesania destructiva.  

Esto también lo enseña la historia, del pasado y del presente, cual es el modo cómo acceden al poder personajes que previamente debieran haber pasado por el psiquiátrico para curar sus neuras. Pero lo dicho, falta de previsión legal de que algo así podría suceder.

Cambio de tercio y digo como Beethoven: O Freunde, nicht diese töne. Sondern lasst uns angenehmere anstimmen und freuden vollere” (Oh amigos, no esos tonos. Entonemos cánticos más agradables y llenos de alegría). En otras palabras, ¿hay lugar para la alegría que nace de la esperanza?

Sí, tengo esperanza. Tengo la esperanza de que acceda al poder algún estadista que no piense en sí mismo ni se ampare en su partido. Que no conciban una España de periodo electoral sino de al menos una centuria. Que sea capaz de aunar voluntades para corregir los defectos que manifiesta la Constitución. Que dé marcha atrás en tantas sinecuras que han conseguido estos reinos de taifas. Que sea capaz de raer tantas leyes que sólo enfrentan a las personas y a distintos grupos sociales. Que sea capaz de tapar los agujeros por donde la corrupción campa a sus anchas. Que una justicia independiente prime en cualquier relación humana o social.

Pienso en eso de “qué hubiera sido si…” Cataluña, por ejemplo, región de España que, cuando yo viví allí era testimonio y modelo del buen hacer, del progreso, de Europa dentro de la Península, de adelantada y guía de laboriosidad.  ¿Qué hubiera sucedido si las voces independentistas hubiesen recibido la más grande pedrada en la boca? ¿Si toda la política interna se hubiera dirigido a fomentar la unión con el resto de España? ¿Si las fuerzas disgregadoras, que siempre han sido egoístas, ladronas y que sólo pensaban en su provecho económico y político, hubieran sido arrinconadas e incluso sometidas a juicio por atentar contra la Constitución…?

Me cuesta mucho ver que España ha ganado en prosperidad y unidad con un sistema pensado en un principio para eso, las autonomías.  Han devenido reinos de taifas que, gracias al crecimiento económico y a la unión a Europa, han prosperado. Eso sí, no tanto como debiera haber progresado España en el conjunto de la unión europea.

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