¿Qué habría sido de Francisco sin Clara?


En el nº 2871 de Vida Nueva aparece una entrevista firmada por el director de la edición mejicana de esta revista, Felipe de J. Monroy, al nuevo secretario para los seminarios en la Congregación para el Clero, el mexicano Jorge Carlos Patron Wong. En dicha entrevista el obispo elegido para este dicasterio romano, afirma que en América Latina el seminario “se vive y se siente como una familia”.


Reproduzco la parte de la entrevista en la que se encuentra esta afirmación y su desarrollo: “me gustaría compartir mucho de cómo se vive y siente esto en América latina: la oportunidad de ver el seminario como una familia. No es una institución: es una familia; y como en cada familia, cada hijo es diferente, cada hijo enseña al papá cómo ser papá. Entonces, cada generación de seminaristas debe enseñarnos cómo ser formadores y rectores de esta generación. Creo que los papás, en todo principio, desean tener buenos hijos, buenos ciudadanos y buenos cristianos, eso queda intacto; las verdades de los documentos eclesiales permanecen intactas, pero cada generación es un reto para la formación de cómo vamos a hacer posible que esas verdades deban ir al corazón y a la existencia del joven. Lo ideal es que la transformación de un joven llegue a su realidad en un sacerdote con el corazón de Cristo, que sienta cercano a Dios y a la gente, que no es nada fácil; cuántas cosas nos alejan de Dios y del pueblo de Dios. El seminario tiene, de alguna manera, que tomar todo lo bueno y lo positivo de la familia y la cultura de origen; tiene que sanar, recomponer muchas situaciones que no son sanas ni son, cristianamente hablando, verdaderas o correctas. Hay que sanar y crecer en esa parte, porque lo que se haga en el seminario tendrá una repercusión directa en el presbítero.”

Non solum sed etiam.


Partiendo desde la experiencia personal de haber pasado diez años de mi vida en el Seminario Diocesano de Vitoria, y con las escasas referencias que tengo de otros seminarios en España, me atrevo a afirmar que a la formación del clero le ha faltado, como a la gran mayoría de los ámbitos de la Iglesia, “un toque femenino”. Más concretamente un toque a lo “Clara de Asís”.

No pretendo hacer otro alegato más, reivindicativo del papel de la mujer en puestos de poder en la Iglesia. Solo reflexionar en voz alta si quizá no hace siglos que tengamos el modelo, a grandes rasgos, de presencia de la mujer en la Iglesia. Sin quitar nada de otras posibles y necesarias presencias, pero a modo de perfil básico. Un modelo que sigue vigente y presente.

Hablo de toque femenino y no “toque maternal”, intencionadamente. Alguien podría argumentar que el “toque maternal” lo da la “Santa Madre Iglesia”. Pero no estoy hablando de eso. Y aunque María ha sido un referente en toda formación sacerdotal, tampoco cubre el campo que solo la mujer de cada época podría aportar en una formación integral del clero y en otras áreas.

Tampoco me refiero a la presencia de religiosas y mujeres laicas que han trabajado al servicio y atención de seminarios en tareas de limpieza, comedor, y asistencia sanitaria en alguna época.
En lo que respecta a la formación del clero me refiero a que en el equipo de formadores podría ser de gran valor la aportación de la mujer en los criterios de formación del futuro clero; y que desde esa concepción de familia a la que se refiere monseñor Patron Wong, quedaría huérfana de “madre” sin la presencia y participación de la mujer.

Y repito, no se trata de un alegato sobre la participación de la mujer en un ámbito que ha sido feudo de los hombres, no se trata de meter a la mujer en el seminario porque sí, sino de ofrecer al futuro clero un elemento importante en su formación que redunde en el bien de su proyección como persona y como presbítero.

Retomando la imagen de Clara y Francisco quizá pueda ser iluminadora: ¿Quién, salvo Dios y ellos, sabe cuántas de las palabras que dijo Francisco no fueron fruto de las conversaciones con Clara? ¿Quién, salvo Dios y ellos, sabe hasta dónde Francisco fue Francisco gracias a Clara? … Pero Nunca Clara tomó protagonismo, es posible que incluso tuviese la certeza de que su papel estaba en ser Clara.

Necesitamos Claras que no quieran ser Franciscos. Y las necesitamos para hacerse presente en la formación del clero, en la organización de las parroquias, de las instituciones eclesiales y eclesiásticas. Y en una visión femenina que cruce transversalmente y complete la interpretación de lo humano y lo divino.

Es muy importante la aportación de una mujer en la preparación de los futuros sacerdotes para atender la espiritualidad de las mujeres. Porque no vivimos la fe de igual manera, sino desde visiones complementarias: porque no rezamos a Dios igual, no nos preocupan los mismo detalles (sí las mismas cosas, pero digo detalles). Y a nadie se le escapa que nuestras comunidades están más nutridas de mujeres que de hombres, y precisan de un clero preparado para atenderlas como ellas merecen y necesitan. Y garantizar con ello una atención más completa a toda la comunidad.

Si observamos, en la misma entrevista monseñor Patron Wong hace referencias solo masculinas cuando se refiere a la familia. Y si lo expresa así, quizá sea porque ¡no las haya femeninas!
Somos muchos, creo yo, los que opinamos que hay campos mucho más urgentes y prioritarios de presencia de la mujer en la Iglesia antes que el acceso al sacerdocio. Y la formación del clero sería uno de ellos.

“El seminario tiene que tomar todo lo bueno y lo positivo de la familia y la cultura de origen” dice Patron Wong. Bien, pues que no se olvide de añadir “el toque femenino”.

Estoy convencido de que ya existen muchas “Claras compañeras de Franciscos” que desarrollan su labor conscientes de quienes quieren ser y para qué, y estoy pensando en rostros concretos de mujeres compañeras de diáconos permanentes, de sacerdotes secularizados y casados, de líderes de movimientos y comunidades, y de cristianos de a pie que intentan poner su grano de arena en la construcción del Reino. Son Claras que garantizan Franciscos.

Mi cariño y reconocimiento a estas “Claras de Aquí y de Hoy” y mi reflexión para cuantos trabajan en diseñar la presencia de la mujer en la Iglesia.
Volver arriba