Ángel Gutiérrez Sanz Felicitación navideña a la Srª. Carmena

(Ángel Gutiérrez, catedrático).- Discúlpeme Dña. Manuela, que me dirija a Vd. así, por las buenas, sin conocerla de nada. Lo hago no para pedirla un favor, ni para meterme con Vd. Nada de eso. Verá... es simplemente para enviarla mi FELICITACIÓN y desearla lo mejor en este Nuevo Año que pronto va a comenzar. Como es Navidad y Vd. es mi alcaldesa, he creído que esto podía ser razón suficiente. Además quiero corresponder cortesmente a su mensaje navideño enviado a todos los madrileños.

Ya sé, lo sabemos todos, que esto no son más que deseos, simplemente deseos y ahí queda la cosa; pero es tan bonito intercambiar los sentimientos más cálidos y entrañables, escondidos durante todo el año, que solamente por eso merecería la pena hacer lo posible por mantener la tradición.

Las gentes, los pueblos, las ciudades, como nuestro hermoso Madrid, parecen transformarse y recobrar nueva vida cuando llega la Navidad. ¡Ah Navidad! palabra mágica que todo el mundo asocia con reencuentros y confraternizaciones, con intercambios de regalos, con mesas y manteles compartidos, con alegrías y jolgorios y que para los cristianos significa algo más profundo, que yo me voy a tomar la licencia de recordárselo a Vd.

La Navidad representa para nosotros, los cristianos, el misterio del Verbo de Dios encarnado, que cambió radicalmente nuestro destino. Viene a ser ese momento de la historia en que la vieja tentación del hombre de convertirse en Dios se cumple, pero al revés y es el propio Dios quien se convierte en hombre, haciéndonos partícipes de una herencia divina. Los que no tienen la suerte de poder creer, dirán que esto es una locura y seguramente no les falta razón; pero en esta ocasión, los locos no somos los cristianos que creemos ello , sino que es Dios mismo quien se ha vuelto loco al hacerse uno de los nuestros.

La primera Noche Buena dejó marcado para siempre el nuevo rumbo de la Humanidad y ya nada volverá ser lo mismo. Dios ha venido a nuestra tierra y hemos dejado de estar solos. En una ocasión a requerimiento de su profesora, unos pequeños escolares escribieron unas cartas, entre ellas se encontraba la de una niñita a quien se le ocurrió decir lo siguiente: "Querido Jesús: desde que te descubrí en una Navidad, ya nunca me he vuelto a encontrar sola". Yo debo de ser muy ingenuo porque a mí me parece que las palabras de esta niña bien podría hacerlas suyas la Humanidad entera.

La verdad profunda que subyace en toda Navidad es que Dios ha bajado a la tierra para hacerse uno con los hombres y mujeres, compartir nuestra suerte y decirnos que nos ama. Este es el gozoso y esperanzador mensaje que los cristianos queremos compartir con los demás y nos desagradaría enormemente que por ello se nos viera como unos fanáticos que no podemos fundamentar nuestras creencias. Las razones para ello no nos faltan, aunque no queremos imponérselas a nadie.

Entendemos que haya gentes que piensen que la Navidad es un sueño demasiado sublime como para que pudiera ser verdad. Lo que nadie pone en duda es que este hermoso sueño engrandece al hombre, le dignifica, más aún le deifica y si hubiera alguien a quien este sueño no le gusta habría que poner en duda sus sentimientos humanitarios.

Madrid ha sido siempre, bien lo sabe Vd. una ciudad marcada por una historia y tradición típicamente navideña, una villa que viene celebrando con júbilo desde tiempos inmemoriales la alegría de ver al Dios nacido, un pueblo que a través de siglos ha vivido con ejemplaridad el espíritu de la Navidad, imbuido de amor, de concordia, de paz, valores todos ellos de los queno andamos nada sobrados en está nuestra tierra.

Madrid, querida alcaldesa, dejaría de ser lo que siempre fue, si un día perdiera su carácter hospitalario y desertara de su inveterada costumbre de acoger con regocijo a ese Peregrino Celestial, que ha recorrido un camino infinito de eternidades, para pedir alojamiento en alguna de sus posadas.

En mi humilde opinión, una de las mejores aportaciones que hoy se puede hacer a favor de nuestra querida ciudad, es llenar sus calles de mensajes navideños, de instalar belenes en los puntos más visibles y estratégicos de la capital, poblar los aires de villancicos, porque de esta forma estaríamos contribuyendo a la recuperación del espíritu, que tristemente se está perdiendo y hoy más que nunca precisamos de él.

Hemos ido envejeciendo, llenándonos de un talante de soberbia que nos ha colocado por encima del bien y del mal; con el tiempo se ha ido envenenando de impurezas nuestra sangre, hemos ido perdiendo la inocencia, hasta acabar renegando de ese niño que todos llevamos dentro ¿Qué ha pasado para que ya no podamos soportar la escena del Niño-Dios, humilde y pobre, de carne débil, rebosante de ternura y hayamos preferido unas Navidades sin Niño, sin María y sin José, ? Espero, Dª Manuela, no haberla molestado y lo dicho... Le deseo lo mejor como persona y como alcaldesa.

Volver arriba