Lo que dicen y hacen a escondidas, decidlo a pleno día. Un eslogan evangélico del buen periodismo

Domingo 21. 6. 2020. Evangelio de Mateo

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Parece un eslogan del mejor periodismo de información... No se trata de decir por decir, ni de calumniar, ni de entrar sin respeto en la vida privada de personas, sino de exponer con transparencia y verdad (con respeto y deseo de cambio) en la trama de poder de las instituciones. Cuanto más poderosa es una institución más busca las sombras, el secreto y la mentira:

  • Institución del gran secreto y propaganda falsa fue el imperio romano según el Apocalipsis... e institución fue el círculo de poder del templo de Jerusalén (que persiguió a los mejores judíos, y condenó a Jesús de Nazaret).
  • Institución de secreto e "inquisición de conciencias y vidas" ha sido una iglesia llamada "católica"... lo mismo que luego algunos grupos protestantes también degenerados... y sobre todo las sectas, que no son ni católicas, ni protestantes, sino sectas.
  • Institución de secreto son hoy los imperios militares y económicos... que dicen estar al servicio de la democracia... pero persiguen a muerte moral y a veces física a "delatores", wikileaks o cuervos inventados de tipo que sean.

El evangelio de este domingo 12 tiempo ordinario (Mateo 10,26-33) es una ventana de aire fresco en contra de los que impiden que se conozca, de gobiernos corruptos, de multinacionales engañadoras... en contra de todos los que viven de la persecución y del secreto. La misma iglesia católica ha olvidado ha veces este evangelio. Por ella digo en lo que sigue lo que digo, tomando mis palabras de un Comentario de Mateo.

No hay nada Oculto que no haya de ser Manifestado | Oculto, Citas ...

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo (y decís)  de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma...   

a.SEIS TEMAS DE FONDO DE ESTE EVANGELIO

1. La raíz del evangelio es la experiencia del poder liberador de la verdad. Por eso, quien confía en ella no tiene miedo. Según eso, el mayor pecado es la hipocresía, propia de aquellos que mienten para ocultar la verdad  (cf. Mt 6, 1-18; 23, 13-33).

2. La misión de la Iglesia es la Verdad... No ocultar, no mentir, no fingir, no engañar... La Iglesia no tiene otra forma de extenderse y realizar su misión que la de "ser verdad".  Que no haya secretos ocultos al servicio de algunos, poderes sin transparencia, manejos oscuros.

3. Los poderes del "mundo" dominan con la mentira, el engaño organizado... El verdadero virus que puede matar a la humanidad no es el Covid 19. El virus desbocado que mata a la humanidad es la mentira, el engaño organizado al servicio de los intereses de algunos. Esto acaba siendo una "democracia" sin verdad: La libertad para mentir y engañar.

4.  La misión de la Iglesia es "decir la verdad". Cuando le preguntan a Jesús si es rey dice que "sí". Pero ¿cómo eres rey? Porque digo la verdad (Jn 19). Eso es ser rey, decir la verdad... aunque te persigan por ellos. Si no tienes miedo y dices la verdad serán rey... 

5. La finalidad de los "medios de comunicación" no es otro que decir la verdad.  No es estar al servicio del poder, ni de la "excelencia", ni de que la gente triunfe y gane dinero, y se coloque por saber más o poder más. La única sabiduría es decir la verdad... Empezando por un tipo de Iglesia, que bastantes secretos esconde, porque no cree en la verdad.

6. No tener miedo al miedo, no tener miedo a la verdad... A lo soy, a lo que somos... El verdadero amor es la verdad: Que la Iglesia sepa estar desnuda, ser luminosa por su verdad interior... No tiene que convencer de nada, ser lo que es, sin ostentación, pero sin vergüenza. Si alguien cree en esto que siga leyendo el comentario del evangelio de este domingo.

COMENTARIO BÁSICO DEL TEXTO. TOMADO DE X. PIKAZA, EVANGELIO DE MATEO.

10 26 Por tanto, no les temáis. Pues no hay nada encubierto que no vaya a ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. 27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.

3) SECRETOS DEL CORAZÓN, de Montxo Armendáriz. | Vanavision

Opus Dei - Comentario al Evangelio: No tengáis miedo

(Que el niño pueda verlo todo, con cariño, con verdad... Que el niño y el adulto sepan, que no tengan que mirar por rendijas...)

La primera frase (por tanto, no les temáis es la conclusión del argumento anterior del evangelio de la misión (10, 23-25): No temer a los que os persigan en una ciudad y huir de una a otra (10, 23), porque persiguieron a Jesús, y sus discípulos han de compartir su suerte. Pero hay todavía otra razón: La certeza de que todo ha de ser conocido, de que todo ha de saberse. Eso significa que los seguidores de Jesús no tienen miedo a la luz, pues han de ser como ciudad elevada sobre el monte (5, 14), para que todos la vean (les vean) y alaben al Dios de la Luz.

Los que actúan con injusticia tienen miedo de la luz, que las cosas se sepan. Por eso actúan amparándose en la oscuridad, como si los argumentos y razones pudieran esconderse. Una ley de silencio y engaño les domina, pues temen la verdad y tienen que esconderse de ella. En contra de eso, en la raíz de su vida, los mensajeros de Jesús no tienen nada que temer, porque no esconden nada, sino al contrario: Están convencidos de que todo debe saberse y se sabrá, conforme a la imagen del ojo claro y del cuerpo luminoso, que hemos visto en 6, 22-23[1]. Desde aquí se entiende lo que sigue:

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10 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede hacer que se pierda el alma y el cuerpo en la gehena. 29 ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. 30 Pero en cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.31 No temáis, porque vosotros valéis más que muchos pajarillos.

 Este pasaje  nos sitúa ante la verdad del alma (psyche) a la que no pueden matar los perseguidores, que sólo tienen dominio sobre su dimensión externa, que se entiende como cuerpo (soma). El alma no es aquí una “sustancia espiritual”, separada del cuerpo (como en cierto tipo de helenismo), sino la dimensión más honda de la vida, vinculada a lo divino. Los perseguidores sólo pueden hacer daño al cuerpo. Dios, en cambio, tiene en su mano alma y cuerpo, es decir, el hombre entero.

No tengáis miedo: ¿qué comeremos, cómo nos vestiremos, cómo protegeremos nuestra vida. Éste era el tema de Mt  6, 25-34, donde el lenguaje era sin embargo ligeramente distinto: En 6, 24-25 el alma  aparecía como garganta, deseo de comida, mientras aquí aparece como dimensión profunda del ser humano, que le vincula más intensamente con Dios, como principio de libertad, garantía de trascendencia, valor supremo, y así lo ratifica 16, 26, donde se dice que el alma (en línea de identidad personal) vale más que el mundo entero o cosmos[2].

Todas las realidades, incluso los pájaros pequeños cuyas parejas se venden por un as (dieciseisava parte de un denario, que es el salario de un día) están en manos de la Providencia. En esas manos se encuentran, con más razón, los hombres, de los que se ocupa Dios, en sentido positivo, para defenderles, manifestándose como aquel que les protege, y que lo hace de un modo especial en la persecución. Por eso se repite dos veces, al principio y final, la palabra “no temáis”, no sólo porque todo lo oculto se sabrá, sino porque la vida de los perseguidos está en manos de Dios, en quien han de apoyarse, con la certeza de que su verdad (su compromiso por la vida) tiene un valor definitivo.

Esta palabra (no temáis…) traduce una profunda experiencia de vinculación divina: Los seguidores de Jesús se saben defendidos por su Dios, que es su Padre (Patros), garante del valor más hondo de su vida, de manera que separarse de él seria perderse y caer en cuerpo y alma en laGehena (evn gee,nnh|), destrucción definitiva[3]. La comparación con los pájaros (a los que Dios cuida) aparecía en 6, 25-34, de un modo más general (no en contexto de persecución, como en nuestro caso). En esa línea avanzan los versos siguientes, al ponernos ante el tribunal de Cristo:

10 32 Pues a todo aquel que me confiese ante los hombres, le confesaré también yo ante mi Padre que está en los cielos. 33 Y a todo aquel que me niegue ante los hombres, le negaré también yo ante mi Padre que está en los cielos.

La salvación y condena queda así vinculada a Jesús, que aparece no sólo como representante final de Dios, sino como criterio y “norma” de juicio, en una línea que culminará en 25, 31-46. De manera sorprendente, estas palabras empiezan situándonos en la línea del talión o derecho escatológico, según el cual Dios responde a los hombres (les trata) con la misma medida con que ellos se han tratado entre sí: Perdónanos como perdonamos…, pues si no os perdonáis tampoco os perdonará Dios, (Mt 6, 12-15), y con el juicio con que juzguéis seréis juzgados (7, 1-2).

Pues bien, siguiendo en esa línea, este pasaje entiende a Jesús como “criterio” de juicio: Dios nos juzgará como nosotros hayamos “juzgado” (confesado o negado) a Jesús, que así aparece, al mismo tiempo, como representante de Dios y de los hombres. Éste es un criterio de juicio sorprendente, pues el mismo Jesús que en 5, 38-48 había superado el talión se eleva aquí como portador y garante de un tipo de talión escatológico, formulado desde la relación de los hombres con él[4].

Según ese criterio, Dios deja en nuestras manos su respuesta (es decir, nuestro futuro), tratándonos “como nosotros tratamos a los otros”, y en nuestro caso a Jesús, con quien se identifican los necesitados (cf. 25, 31-46). Esta fórmula responde al doble mandamiento (22, 34-40): Amor al prójimo y amor a Dios se encuentran vinculados de tal forma que nuestro amor al prójimo (lo que hacemos a los otros) define y concretiza lo que Dios hará (está haciendo) con nosotros, de forma que nos afirmamos o condenamos según fuere nuestra relación con los demás, en especial con  los más necesitados. Tomada así, esa fórmula define nuestra autonomía y responsabilidad ante Dios: No estamos en/ante él de un modo pasivo, sino que formamos parte de su despliegue de vida (o nos destruimos). En esa línea, en un momento dado, la tradición del Q ha interpretado la figura y obra de Jesús no sólo desde la perspectiva del mesianismo histórico, sino también desde la esperanza de la venida y juicio escatológico del Hijo del Hombre[5]. 

A todo aquel que me confiese ante los hombres… (10, 32). Confesarle significa aceptar su compromiso mesiánico, formar parte de su familia y movimiento de Reino, incluirse en su nueva humanidad, abierta a todos y centrada en los más pobres, aunque ello signifique que deban romperse otras fidelidades particulares de familia y sociedad judía (siendo por ello perseguidos). Ésta es la más honda “confesión” de fe, y partiendo de ella se entiende la de Pedro cuando diga “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (16, 16). Confesar a Jesús es, por tanto, aceptar su mensaje y comprometerse con su movimiento mesiánico. No se trata sólo de un asentimiento subjetivo, sino de un compromiso integral, en fraternidad, en la línea de lo que significa el Hijo del Hombre.

A aquel que me niegue ante los hombres… (10, 33). Para los judíos de tipo rabínico, Dios es ante todo aquel que avala su Ley y su nación, de manera que negar la Ley, tal como ha sido revelada por Moisés en el Sinaí, significa rechazar a Dios. Pues bien, los seguidores de Jesús entienden a Dios como aquel que ratifica y avala el camino de Jesús, reuniendo (acogiendo) en su familia de “cielo” (plenitud mesiánica) a quienes han confesado a Jesús en la tierra, es decir, a los que confiesan y promueven su movimiento mesiánico al servicio de la humanidad universal, centrada en el servicio a los más pobres. Aquellos que rechazan la obra de Jesús se sitúan así fuera de la revelación salvadora de Dios en Jesús, que les negará.

      Evidentemente, estas imágenes (palabras) han de tomarse en un sentido simbólico, como irá precisando el evangelio. En un primer momento, ellas parecen oponerse a la inspiración de las antítesis (5, 21-48), en especial a las últimas, en las que se proclamaba la exigencia de superar el talión y de amar al enemigo. Pues bien, estos versículos (10, 32-33) parecen retornar al talión, en el sentido negativo del término, pues da la impresión de que el mismo Dios de Jesús actúa como juez vengativo, al castigar a sus enemigos (en contra de 7, 1-5).

Nos hallamos así ante una paradoja y contradicción (al menos aparente) entre lo que Jesús decía en el sermón de la montaña (donde nos mandaba rechazar el talión y superar el juicio) y lo que ahora afirma en esta palabra de amenaza, al afirmar que él mismo negará a quienes le hubieren negado en la tierra. Esta paradoja, que no se puede minimizar ni espiritualizar, forma un elemento clave de la trama del evangelio, que proviene de un fondo judicial intenso (en línea apocalíptica) para desembocar en la experiencia pascual entendida como superación del juicio.  

En un primer momento, esta paradoja se sitúa a la luz de Mt 25, 31-46, donde aparece el choque entre el Cristo que sufre en los hambrientos, asumiendo los dolores de los hombres (¡todo sufrimiento es suyo!), y el Rey final que arroja en el fuego de un sufrimiento mayor (¡a través de un tipo de talión vengativo!) a los que no han dado su ayuda a los pobres, diciéndoles “apartaos de mí, malditos”. Aquel que ha sufrido en los que sufren rechaza y condena a los que han sido causa de su sufrimiento o no les han ayudado. Ésta no es una amenaza retórica o un simple aviso, sino la sentencia clave de la historia humana. En un sentido, ella es la verdad de esa historia, el gran talión de un juicio, un Dios que se introduce en la vida de los hombres. Pero ese no es el Dios total, pues queda y viene a revelarse a más profundidad el Dios que por Cristo sufre en todos los que sufren (¡incluso en los que le rechazan!), el Dios que en Cristo muere en todos los que mueren.

En un sentido más hondo, esa paradoja ha de entenderse desde la pasión y muerte de Jesús (Mt 26-28), que Mateo narra después del gran juicio de 25, 31-46. Esos capítulos muestran la forma en que Jesús se identifica de hecho, históricamente, con los expulsados de la historia, y resucita, pero no para vengarse de aquellos que le matan, sino para ofrecer su camino de discipulado (Reino) y salvación a todos los pueblos, sin referencia a la condena (Mt 28, 16-20), en oposición a lo que ofrece el final canónico de Marcos (16, 9-20) que, quizá en contra de su dinámica anterior, habla de una condena y salvación simétricas. Conforme a este relato final del evangelio, la verdad más honda de Jesús es su muerte y resurrección, de manera que el mismo despliegue del juicio (Mt 25, 31-46), con sus palabras de amenaza, ha de verse a la luz de de esta gran misterio de entrega del Hijo de Dios. Desde aquí se debe interpretar el tema, como seguiré indicando. Más allá de toda representación apocalíptica está la muerte de Jesús, su pascua salvadora, al servicio de la salvación universal[6].

 NOTAS

[1] Esta experiencia culmina en la tradición deL EVANGELIO DE JUAN, donde Jesús dice a sus discípulos que no les ha ocultado nada, porque son sus amigos y les ha manifestado todo (Jn 15, 15). Mateo se sitúa en el principio de esa tradición, fundada en la certeza de que la verdad puede y debe al fin manifestarse (como sabe y dice, en otro contexto Mc 4, 22; cf. Lc 8, 17). La raíz del evangelio es la experiencia del poder liberador de la verdad, de manera que no teme quien confía en ella. Según eso, el mayor pecado es la hipocresía, propia de aquellos que mienten para ocultar la verdad  (cf. Mt 6, 1-18; 23, 13-33).

[2] En general, en una perspectiva helenista, el “alma” forma parte del cosmos divino, pues no hay Dios trascendente, de manera que esta oposición de fondo entre alma y cosmos no tendría sentido. En contra de eso, en perspectiva bíblica, el ser humano (imagen y presencia de Dios) vale más que el mundo entero, tomado como totalidad creada, y así para ganar el alma se puede y debe perder el cuerpo. De todas formas, una visión de este tipo puede encontrarse también en algunos pensadores helenistas, aunque ellos no entienden el alma en sentido “individual” (cada ser humano, cada persona), sino como un momento de la totalidad cósmica, en su dimensión pensante o espiritual, como puso de relieve A. Harnack, La esencia del Cristianismo (1900); he insistido en ello en Fenomenología de la religión, Trotta, Madrid 1999.

[3]La palabra  Gehena (ge'enna, Valle de Hinnom), era una de hondonada o barranco, hacia al sur-este de Jerusalén, donde se quemaban las basuras y restos de animales muertos (e incluso de criminales ajusticiados). El lugar aparece en diversos lugares del AT (cf. 2 Rey 23,10; Jer 7,31-32; 19,2-6; 32,35), aunque la imagen más significativa es la de Is 66, 18-24, donde no aparece el nombre, pero sí la figura del valle de muerte, donde se consumen ardiendo los rebeldes contra Dios. La tradición sinóptica (cf. Mc 9, 45-47; Lc 12, 5; Mt 5, 22. 29-30; 18, 9; 23, 15.33) y Sant 3, 6, emplean esa palabra (imagen) en el sentido tradicional, como lugar de castigo y muerte de los perversos, y así se emplea todavía en  el Islam (Yahannam). En principio, la Gehena no implica un “castigo eterno”, como el infierno de cierta tradición cristiana posterior, sino una destrucción o aniquilación de los malvados, y así se emplea en nuestro pasaje (cf. 13, 36-43 y 25, 31-46).

[4] Cf. E. Käsemann, en El derecho sagrado en el NT, Comienzos de la Teología Cristiana y Sobre el tema de la Apocalíptica cristiana primitiva (originales de 1954, 1960 y 1962), Ensayos exegéticos, Sígueme, Salamanca 1878, 191-262.

[5] En esa línea, Mateo sabe y dice que, siendo mesías de Israel, Jesús vendrá como representante y portador final del juicio, siendo  Hijo de Dios y signo (compendio) de la humanidad (cf. 11, 27 o 28, 16-20). 

(a) Jesús es Hijo del hombre siendo mesías histórico, y así lo muestran sus obras de curación y perdón, desde su misma pequeñez (cf. 9, 6; 8, 20; 11, 19; 12, 8; 16, 13).

(b) Es Hijo del hombre por su entrega, al servicio de la instauración del Reino (12, 40; 17, 9.12; 20, 18). (c) Será Hijo del Hombre en su venida escatológica de tipo glorioso y judicial (10, 23; 13, 37.41; 16, 27-27; 19, 28; 24, 27-44; 25, 31). La unidad de estos momentos marca y define la identidad de Jesús y de su despliegue mesiánico-judicial, como Hijo de Dios y sentido de la humanidad.

 En nuestro pasaje (10, 32-33) no aparece el término “Hijo del Hombre”, que encontramos en la fuente Q (cf. Lc 12, 8), pues Mateo lo ha sustituido por un “yo” enfático, pero sí en otros lugares centrales del evangelio, especialmente (13, 37; 25, 31). Cf. Hahn, Christologische y Tödt, Der Menschensohn. Además: F. H. Borsch, The son of Man in Myth and History, SCM, London 1967; C. Colpe, Ho Huios tou Anthrôpou, TDNT 8, 400-478; B. Lindars, Jesus, Son of Man, SPCK, London 1983. De esa forma se establece una relación profunda entre Jesús (mesías histórico, vinculado a la historia de los pobres) y el Hijo del Hombre (Mesías escatológico, representante del juicio de Dios). Esta fórmula puede fundarse en el mismo Jesús histórico, que relacionó su mensaje y misión con la venida del Hijo del Hombre, aunque el tema sigue siendo discutido entre los especialistas. He desarrollado el tema en Historia de Jesús.

[6] El tema del juicio ha de plantearse desde el despliegue total del evangelio, tal como se formula, por ejemplo, en 11, 25- 30, donde Jesús invita a todos los agobiados y cargados, ofreciéndoles un camino de salvación, y, en las antítesis finales 5, 38-48, donde viene a revelarse un Dios que vence al talión (ojo por otro) y que ama a sus mismos “enemigos”, superando así toda venganza. En esa línea se sitúa la palabra de superación del juicio (7, 1), que define la dinámica de la revelación de Dios. Ciertamente, queda abierta la posibilidad de la condena, pero es una condena de los hombres (que siendo libres pueden optar por su destrucción), nunca una condena de Dios.  

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