(José Manuel Bernal).- Me gusta seguir la misa dominical que cada domingo retransmite Televisión Española. Lo hago con un cierto sentido crítico. Lo reconozco. Es el precio que uno debe pagar por eso que llaman deformación profesional. Al cabo de los años, confieso que mi impresión es francamente decepcionante.
De entrada, me resulta sorprendente el protocolario desfile de sacerdotes que acompañan al presbítero celebrante principal para participar en la misa. No encuentro razones que justifiquen el interés por convertir la eucaristía dominical en una concelebración, a no ser que con ello se pretenda rodear de un cierto boato la misa televisada.
Para leer el artículo completo, pinche aquí