El Santo Niño de la Montaña
Visitamos una humilde capilla mantenida con el fervor de sus vecinos, en la que se venera una imagen de vestir: el Santo Niño de Atocha de La Montaña. A comienzos del siglo XX se remonta la devoción. Un señor de nombre Martín Gómez, por los lados de Bailadores, cuando pasaba por un puente, se le apareció el Santo Niño. Tomó aquella figura y como querían quitársela se fue con ella para las aldeas de San Antonio de Estanques. La historia nos la cuenta Felipe Antonio Durán, de 92 años, rodeado de familiares y vecinos. Su papá, Gabriel Durán, se la trajo para La Montaña cuando él era un muchacho. La imagen “se amañó y se quedó”. Desde entonces la veneran y le construyeron su capilla, con paredes de bahareque y techo de madera y teja. El nicho de madera lo hicieron en Río Negro, aldea de Guaraque hace también muchos años.
Es una imagen muy milagrosa y en pago de promesa le traen vestidos y zapatos que los deja porque crece. La Sra. Eladia Hernández es la que ve del Niño y guarda su ajuar. Cuando le piden un milagro se pone rosadito, pues es de color muy blanco con unos ojitos que parecen de verdad. Cuando hay enfermos o viene una vaguada, le rezan la novena y el rosario. Entre los exvotos llama la atención un retrato grande de un camión perteneciente a Lope Pérez, quien sufrió un secuestro, se encomendó al Niño y no sabe cómo logró escapar ileso de sus captores. Desde entonces, viene a traerle su regalo al Niño.
El Santo Niño de La Montaña cuenta con numerosos devotos que desfilan por su capilla a rezarle, traerle su vestido, con la confianza de que es su imagen la que los cuida y preserva de las maldades de los hombres y de las calamidades de la naturaleza. La fiesta principal la celebran en nochebuena y de vez en cuando viene algún padre a celebrar la misa. Junto al anciano Felipe Antonio, todos los que lo rodean, escuchan su narración con atención y devoción. Es la fe que mueve montañas y fortalece el espíritu de esas buenas gentes que habitan las montañas andinas.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo