El sosiego

Nos ahogan los problemas del hogar, nos acosa el no tener lo suficiente para las necesidades diarias; nos llena de temor la violencia desatada que nos mantiene en una zozobra e inquietud que agotan.
Pero, además, vivimos acosados por una publicidad que nos ofrece maravillas que no podemos alcanzar fácilmente. Los políticos han aprendido que ese marketing también los favorece, y se imaginan que con apabullarnos a diario con promesas que no cumplen, con cadenas que atosigan e intoxican, pueden comprar nuestros cuerpos y almas.
No podemos, mejor, no debemos huir de esta realidad que pretende zarandearnos y no permitirnos ser nosotros mismos. No basta con aprender técnicas de relajación o asistir a sesiones curativas en el consultorio de un buen orientador o psicólogo. El verdadero sosiego no se consigue mediante la aplicación de técnicas exteriores. La paz del corazón es más bien el resultado de un método espiritual.
La tranquilidad empieza en el alma. Aprendiendo a amar de verdad, a sacrificarse con sudor pero con alegría; a respetar al otro porque tiene tanta dignidad como uno mismo. A no amenazar con el poder y la fuerza sino con la convicción que llama a la fraternidad y la solidaridad.
Si el corazón está en paz podremos realizar en paz todas nuestras obras, no con la angustia del fanático, sino con la tersura del paciente y constante. Así, nuestros contactos fluirán pacíficos hacia afuera desde la paz interior. Desterremos el odio y la exclusión; elevemos nuestra mirada hacia lo trascendente para que trasmitamos paz interior y hagamos nuestro mundo más vivible y ameno. Esa es la esperanza que da alientos para sembrar paz y bien.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo