A lo largo de diez números (65 a 75) se resume muy sucintamente, en la encíclica, la relación del ser humano con el mundo, síntesis que se desarrollará bajo el título “La sabiduría de los relatos bíblicos”. En la primera narración del Génesis se incluye la creación de la humanidad, que se cierra con la satisfacción del Creador: “Vió Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno” (Gn 1,31).
DIGNIDAD DE LAS PERSONAS, AMADAS DE DIOS
“La Biblia enseña que cada ser humano es creado por amor, hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). Esta afirmación nos muestra la inmensa dignidad de cada persona humana, que «no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas». San Juan Pablo II recordó que el amor especialísimo que el Creador tiene por cada ser humano le confiere una dignidad infinita. Quienes se empeñan en la defensa de la dignidad de las personas pueden encontrar en la fe cristiana los argumentos más profundos para ese compromiso” (Francisco, Laudato si, 65).
Y ÉL DESDE LA ALTURA LE DEVUELVE
SU BESO DE TAMAÑO INFINITO
En el interesante poema de Jesús Mauleón que presentamos seguidamente, hay dos palabras que se repiten valerosamente: “dirán” (5 veces) y “amor” (6 veces). El propio autor, comentando estos versos, nos declara que “se trata de una respuesta, más emotiva que doctrinal, a quienes consideran al creyente como un ser mermado y disminuido, o anulado por su falta de libertad. “Si Dios existe, el hombre no es libre” vino a decir, y es un clásico, J. P. Sartre.
El poeta navarro no presta oído a los chismosos. Lo tiene claro: “Mi vida sería inexplicable sin Dios y sin mi fe en Él”. A los pies del Divino Amor, no le importa, como a María Magdalena, que murmuren, se rían o blasfemen. Porque “él bien sabe / quién le hizo por amor tan alto y libre / y un hombre verdadero.”
QUIÉN LO HIZO POR AMOR TAN ALTO Y LIBRE
Dirán: "Es como un perro.
Ved
cómo humilla el hocico
y le lame los pies, ved cómo salta,
zalamero y sumiso,
hasta aquel viejo rostro de amo eterno".
Dirán. Pero él tiene sus ojos
fijos en Él. Y hasta Él le empuja
un olfato certero, más antiguo que el mundo,
natural y fundido con la verdad del aire.
Y qué a menudo, en horas de descanso,
se alza sobre sus plantas, se crece hacia su rostro,
lo besa con amor, y Él desde la altura
le devuelve su beso de tamaño infinito.
Dirán. Mas no verán el invisible lazo
prieto como el arranque de la vida,
que le ata, amor, en todos
los saltos de su ser.
Dirán. Pero él se sabe amor, amor amado,
y así se vive como nadie nunca
libre y vivo de amor.
Dirán. Dirán. Pero él bien sabe
quién lo hizo por amor tan alto y libre
y un hombre verdadero.
CADA UNO ES AMADO, CADA UNO ES NECESARIO
“Fuimos concebidos en el corazón de Dios, y por eso «cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario» (Francisco, Laudato si, 65).
¡MI DÍA!: Y AMO, CANTO, PIENSO...
De la generación del 27, nos acompañaDámaso Alonso con un soneto que refleja con claridad el tema central de hoy: la creación del hombre y el sentido último de su existencia. “Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios”, escribe Francisco. Leemos en los presentes versos de Dámaso: “Ya Dámaso era allí chispita ardiente”. Terceto final exultante de libertad creativa, colaboradora de la divinidad: “¡Mi día!: y amo, canto, pienso, / yo, de Dios, ante Dios. Destino inmenso.” Si se quieren disfrutar cuatro poemas damasianos de Nido de Poesía, en Presentación PPS,pulsaraquí. Pasar páginas muy reposadamente.
Y YO, EN LA CREACIÓN
Qué soledad: Dios, solo. Solamente
Dios y la Nada. En el no-espacio, ardía
el no-tiempo. Letal monotonía:
el Dios y su vacío, frente a frente.
¡Nada, espanto, aun de Dios!
¡Ah, no!: en su mente,
rosa en botón, la Creación latía.
Todo futuro ser, dentro, bullía.
(Ya Dámaso era allí chispita ardiente.)
Fué el espacio. Fluyó, sobre el espacio,
el tiempo, un terco río. Y el palacio
con flotantes antorchas se alumbró.
Siglos...
¡Mi día!: y amo, canto, pienso,
yo, de Dios, ante Dios. Destino inmenso.
Él y yo: de hito en hito, Dios y yo.
QUE NO SE BORRE ANDRÉS DE TU MEMORIA...
Carlos Murciano interpela al Señor de la Vida, preguntándole por un niño, “carne de días”, que acaba de fallecer, acaso su propio hijo. ¿Le conocías, Señor? No dices nada... Repite el poeta por tres veces el nombre del niño, Andrés. Y suplica personalmente –ruego que nace de su fe en un Dios Poderoso– “que no se borre Andrés de tu memoria”. Parece que ha llegado a la familia una nueva criatura que sustituirá al fallecido (“porque alguien está donde él estuvo...”). ¡Pero no es lo mismo! El que se fue se llamaba Andrés (“Requiem por un hombre”); se cerró con la muerte el ciclo de su breve historia entre nosotros. Descanse para siempre, Dios mío, en paz acurrucado en tus brazos de Padre...
REQUIEM POR UN HOMBRE
Hoy se ha acabado Andrés. Vivía. Era
un hombre más. Señor, ¿le conocías?
Te lo presentaré: carne de días
encerrada en un alma verdadera.
O al revés. Ya no importa. Lo que fuera.
Un hombre, un nombre: Andrés. Señor, ¿decías?
No dices nada. En fin: sus alegrías
estrenan hoy un traje de madera.
¿Sus alegrías? Bueno, si las tuvo.
Tristezas, más. Me consta y lo comprendo.
Menos o más, cerraron una historia.
Porque alguien está ya donde él estuvo,
Carlos, un hombre más, te está pidiendo
que no se borre Andrés de tu memoria.
TRÓPICO, de Roberto Cabral
CUANDO MIRAS DESPACIO, de Eloy Sánchez Rosillo
SEÑOR, ¿ME ECHAS EN FALTA?, de Pilar Paz Pasamar
SEÑOR, ENSÉÑAME, de Rafael de Andrés